Yasmin Khan, Author at Globaldev Blog https://globaldev.blog/es/author/yasmin-khan/ Research that matters Wed, 19 Apr 2023 13:49:08 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.3 https://globaldev.blog/wp-content/uploads/2023/03/Logotype_02-1.svg Yasmin Khan, Author at Globaldev Blog https://globaldev.blog/es/author/yasmin-khan/ 32 32 Refugiados y fragilidad ambiental: los Rohingya en Bangladesh https://globaldev.blog/es/refugiados-y-fragilidad-ambiental-los-rohingya-en-bangladesh/ Thu, 19 Apr 2018 11:12:31 +0000 http://wordpress.test/refugiados-y-fragilidad-ambiental-los-rohingya-en-bangladesh/ Los refugiados rohingyas que viven en la zona de Cox’s Bazar en Bangladesh, cuentan solo con un combustible para cocinar: el bosque nacional al lado del cual se han visto obligados a establecerse. Pero como se informa en esta columna, con la deforestación y la desertificación, la población local es ahora aún más vulnerable a

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Los refugiados rohingyas que viven en la zona de Cox’s Bazar en Bangladesh, cuentan solo con un combustible para cocinar: el bosque nacional al lado del cual se han visto obligados a establecerse. Pero como se informa en esta columna, con la deforestación y la desertificación, la población local es ahora aún más vulnerable a los peligros de los deslizamientos de lodo, las inundaciones y los ciclones. Además de la ayuda humanitaria de emergencia, es esencial encontrar formas de prevenir una mayor degradación y, si es posible, restaurar la calidad ambiental dentro y fuera de los campamentos de refugiados.

En mayo de 2017, mi amigo Imran y yo estábamos buscando elefantes en el exuberante bosque nacional de Teknaf, en el sureste de Bangladesh, cerca de la frontera con Myanmar. Tenía pocas esperanzas de que pudiéramos ver elefantes, pero el bosque era un escape genial del calor húmedo del campamento de refugiados, que durante días habíamos vivido. Los árboles tropicales bloqueaban el sol feroz, y el bosque estaba vivo con el canto de los pájaros, los chorros goteantes y el sonido de los machetes contra la madera.

“Este bosque desaparecerá pronto”, dijo Imran. Había sido testigo de la lenta decadencia de la selva desde que llegó a los campamentos, hace 25 años, como un niño refugiado de Myanmar. “Todos están tratando de cocinar su comida con el bosque. No hay otra opción.”

Me costó creer que el bosque desaparecería, a pesar de que en ese momento había casi 300,000 Rohingyas viviendo en un limbo apátrida en Bangladesh, algunos llevan ahí más de 40 años; se trata de refugiados sin acceso a combustibles alternativos, como los tanques de propano o el estiércol de animales que utiliza la comunidad local de Bangladesh. El bosque parecía inagotable, pero a nuestro alrededor reverberaba un ominoso y constante ritmo de corte, producido por los recolectores de madera escondidos por las hojas.

Ahora el exuberante bosque ha sido reemplazado por colinas onduladas amarillas, donde incluso las raíces de los árboles han sido excavadas para obtener leña. Los pájaros se han ido y los elefantes, que han sido empujados a algún espacio remoto, en las noches, ocasionalmente tropiezan con los campamentos; pisan y matan a sus habitantes del campamento.

La terrible predicción de Imran se hizo realidad incluso más rápido de lo que podría haber imaginado. En agosto de 2017, 700,000 rohingyas huyeron del espantoso repunte de la violencia en la vecina Myanmar; esta violencia, ha sido intermitente desde los años setenta y ha convertido en refugiados a más de un millón de rohingyas. Pero esta última ola ha sido, por mucho, la más grande, y ha llamado la atención de los medios globales.

Las empinadas colinas y mesetas están cubiertas de pequeñas cabañas de bambú y plástico que se extienden por 3.000 kilómetros cuadrados en el expansivo «campamento de refugiados» Rohingya en el sureste de Bangladesh. El campo de refugiados de más rápido crecimiento en el mundo alberga a casi un millón de personas y parece un escenario de películas de Mad Max: masas de personas arrastrando leña y enormes raíces de árboles, bolsas de arroz, jarras de agua, bebés y postes de bambú que navegan por senderos tortuosos con caídas bruscas. Los senderos bordean un polvoriento paisaje lunar que ocasionalmente está salpicado de estructuras de perforación de pozos de 100 pies, repletas de jóvenes trabajadores de Bangladesh.

En mayo de 2017, cuando visité el campamento, solo había un par de organizaciones no gubernamentales (ONG) trabajando en los campamentos. Los servicios de salud eran limitados, la ayuda alimentaria era escasa o inexistente para algunos. Los refugiados que han permanecido en la zona durante un largo periodo, trabajan para adaptarse a su precariedad apatridia, alimentada por las restricciones a los medios de subsistencia, la movilidad, la educación y la asistencia sanitaria.

Sólo tres meses después, en agosto de 2017, el bosque desapareció. En ese entonces aún había un plan general para proveer enormes cantidades de combustible para cocinar, comida o trabajo para el millón de refugiados.

La rápida deforestación y la actual desertificación complican los esfuerzos para alimentar y proteger a casi un millón de personas, 70% de las cuales son mujeres y niños, que padecen una movilidad y medios económicos aún más reducidos que los hombres rohingya. Además, la devastación ambiental también ha aumentado la vulnerabilidad de la comunidad empobrecida local bangladeshí.

La comunidad de acogida y los residentes rohingya a largo plazo no son ajenos a los eventos climáticos extremos como ciclones, monzones e inundaciones que azotan la costa de la Bahía de Bengala. Se trata de una región particularmente precaria en un país conocido por su vulnerabilidad al cambio climático. En mayo de 2017, el ciclón Mora, al golpear el área baja de Cox’s Bazar, provocó la evacuación de más de 300,000 personas, mató al menos a seis y destruyó 20,000 viviendas del campamento rohingya.

En mayo de 2016, el ciclón Roanu provocó la evacuación de 500,000 residentes y mató al menos a 24 personas. Para la próxima temporada de ciclones se temen el deslizamiento mortal de toneladas de lodo y las inundaciones agravadas por la falta de árboles e incluso de raíces de árboles en el paisaje montañoso. Esas tierras altas eran un refugio para los residentes rohingya y para la comunidad anfitriona.  

“Solíamos refugiarnos en el bosque durante las tormentas e inundaciones. Ahora ya no existe”, dijo una mujer rohingya que vive en el campamento de Kutupalong desde 2005. Informó que, sin acceso a un trabajo, les ha resultado difícil mudarse del campamento a ella, a su hija adolescente y a sus dos hijos pequeños, aún durante las tormentas. Ahora con controles aún más estrictos sobre el movimiento de los rohingya, una mayor presencia militar y policial en los campamentos y sin un bosque en el cual refugiarse, dijo que no sabe a dónde ir si llega otro ciclón.

Las estrategias de afrontamiento y adaptación de los residentes más vulnerables rohingyas y de Bangladesh en la zona de Cox’s Bazar, han sido superadas. Y esto, no solamente por el hecho de que los árboles hayan sido talados, sino porque durante décadas, los funcionarios del gobierno bangladeshí no han abordado los efectos ambientales de concentrar a cientos de miles de refugiados en un área ambientalmente frágil, en donde la comunidad de acogida es también muy pobre.

Los rohingyas y sus vecinos de Bangladesh no son intrínsecamente vulnerables: su propia supervivencia depende de una capacidad de adaptación continua, adaptable a una formidable combinación de desafíos ambientales, políticos y económicos que pocos podrían sobrevivir.

Pero su vulnerabilidad se ha visto exacerbada por las acciones (o la falta de acciones) de autoridades gubernamentales y no gubernamentales que van más allá del gobierno de Bangladesh. Los grandes países donantes de ayuda como Canadá, Estados Unidos y las potencias regionales como India y China, no han presionado por soluciones sustentables ante la prolongada situación de los refugiados en Bangladesh.

Aunque la deforestación ha sido un proceso relativamente lento a lo largo de las últimas décadas, el reciente enfoque internacional en los campamentos Rohingya, ha llevado a los expertos ambientales a reconsiderar los impactos a largo plazo de la concentración de refugiados en esta zona, ambientalmente muy frágil. Expertos del Centro Internacional para el Cambio Climático y Desarrollo, una importante institución de investigación con sede en Dhaka, centrada en la investigación del cambio climático en Bangladesh y en el extranjero, han propuesto un proyecto de impacto ambiental a largo plazo para evaluar y monitorear la degradación en la zona de Cox’s Bazar.

Dicho proyecto, de nueve meses, identificará los cambios en el medio ambiente y cómo prevenir una mayor degradación, y si es posible, restaurar la calidad ambiental dentro y fuera de los campamentos Rohingya. El proyecto estará dirigido por expertos de Bangladesh en cambio climático, calidad del agua y deforestación, y se centrará en el género, ya que el 17% de los hogares en los campamentos están encabezados por mujeres.

Un aspecto clave de este proyecto es que examinará los impactos de los hogares fuera del campamento que también se han visto afectados por la deforestación y el cambio climático costero. También considerará los efectos del asentamiento de un millón de rohingyas en el área, así como de los miles de personal de ONG, periodistas y visitantes que han aumentado el tráfico, la vivienda y los precios de los alimentos, y con ello, han afectado los medios de subsistencia locales.

 

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Refugiados rohingyas en Bangladesh: una población atrapada en busca de seguridad alimentaria https://globaldev.blog/es/refugiados-rohingyas-en-bangladesh-una-poblacion-atrapada-en-busca-de-seguridad-alimentaria/ Thu, 15 Feb 2018 07:53:13 +0000 http://wordpress.test/refugiados-rohingyas-en-bangladesh-una-poblacion-atrapada-en-busca-de-seguridad-alimentaria/ Más de un millón de refugiados rohingyas está viviendo en Bangladesh. Algunos están allí desde 1978, cuando ocurrió el primer flujo migratorio importante; muchos más han huido recientemente de la violencia y la persecución en Myanmar. En este artículo se describen las terribles circunstancias en que se encuentra atrapada esta población, que ya no tiene acceso

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Más de un millón de refugiados rohingyas está viviendo en Bangladesh. Algunos están allí desde 1978, cuando ocurrió el primer flujo migratorio importante; muchos más han huido recientemente de la violencia y la persecución en Myanmar. En este artículo se describen las terribles circunstancias en que se encuentra atrapada esta población, que ya no tiene acceso al pescado, esencial para su dieta tradicional y que muchas veces depende de la ayuda alimentaria internacional, la cual suele ser inadecuada. El autor resalta la vulnerabilidad de las niñas y mujeres rohingyas.

En mayo de 2017, hice una pregunta sencilla a la gente que vive en los campamentos de refugiados rohingyas en Bangladesh: ¿Cuál es el alimento que más extraña?

Siempre me dieron la misma respuesta: pescado. Pescado frito, pescado seco, curry de pescado, guiso de pescado, pescado pequeño, pescado grande. Todos echan de menos el pescado, sin importar si habían estado en los campamentos por cuatro días o por cuatro décadas.

‘Somos pescadores; si podemos, comemos pescado todos los días’, dice un anciano delgado pero resistente, sentado frente a su cabaña de postes de bambú con una lona de plástico azul que tiene las letras ‘ACNUR’ [Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados]. ‘Somos verdaderos pescadores.’ Alrededor de él, había dos docenas de hombres jóvenes y muchachos flacos que acababan de llegar tras huir de la violencia y la persecución en el estado vecino de Rakhine, Myanmar. 

Nueve meses más tarde, en febrero de 2018, volví a hacer la misma pregunta a los rohingyas del mega campamento de Balukhali, recién llegados y quienes estaban construyendo sus cabañas de bambú y plástico. Recibí la misma respuesta: queremos pescado.

Las mujeres me contaron que extrañaban criar peces pequeños en estanques. Los hombres dijeron que extrañaban pescar en el mar en sus barcos de madera. Los niños dijeron que extrañaban el pescado – además de todos los demás alimentos.

Los alimentos escaseaban en mayo de 2017 cuando 500.000 rohingyas apátridas vivían en Bangladesh y recibían poca atención de las ONG y la comunidad internacional. Dependían entonces, para recibir alimentos y trabajo ocasional como jornaleros, de la empobrecida comunidad anfitriona. El pescado y otros tipos de ayuda alimentaria nutritiva escasean más ahora que 700.000 rohingyas —sobre todo mujeres y niñas— han huido de la violencia espantosa, patrocinada por el estado, incluyendo violaciones sistemáticas, en el vecino Myanmar. Desde finales de agosto de 2017 están huyendo a Bangladesh por tierra, mar y río.

A pesar de que a menudo se describe Bangladesh como ‘el país del arroz y el pescado’, no lo es para los refugiados rohingyas que dependen de la ayuda alimentaria, la cual consiste en arroz y lenteja. Para los pobres en el mundo el pescado es la fuente de proteína animal y micronutrientes más común y es una parte importante de la dieta regional. De acuerdo con la ONG internacional WorldFish Bangladesh, los bangladesíes consumen casi 20 kilos de pescado por persona al año, independientemente de su situación económica,

En Myanmar, su patria, las familias rohingyas tienen una dieta basada en el pescado. Pero éste es un producto de lujo para los refugiados en la costa de Cox’s Bazar. Peor aún, ni siquiera quienes viven en los campamentos hace mucho tiempo -a veces desde el primer flujo migratorio importante desde Myanmar, en 1978-, no tienen permiso legal para trabajar en Bangladesh,  tener tierras ni tampoco para viajar libremente fuera de los campamentos. En las investigaciones sobre la migración, son lo que se llama población ‘atrapada’ o ‘inmóvil’.  Como consecuencia, dependen de la ayuda alimentaria que en este momento no incluye pescado.

No es nueva la petición de pescado de los rohingyas. En 2002, Médicos Sin Fronteras realizó encuestas en dos campamentos y la principal inquietud señalada era la inseguridad alimentaria y el pedido repetido de pescado. Las encuestas publicadas en noviembre de 2017 por Internews, mostraron que la mayoría de los entrevistados rohingyas nuevamente señalaron la seguridad alimentaria como su principal preocupación en los campamentos (Internews, 2017). Al transcurrir los años se han perdido miles de vidas rohingyas por inanición y desnutrición, con un impacto desproporcionado en mujeres y niños. Y esto ocurre, sobre todo, cuando los gobiernos de Bangladesh o Myanmar retienen o bloquean la ayuda alimentaria. 

Sólo unos 34.000 refugiados rohingyas ‘oficiales’ que llegaron antes de 1992 han recibido cupones regulares para ayuda alimentaria y protección de ACNUR. Los cientos de miles de refugiados que han llegado en años recientes no han tenido un acceso regular a la ayuda alimentaria. De los que sí reciben raciones de comida regularmente, casi la mitad las vende o las intercambia para diversificar sus dietas, comprar artículos diferentes a alimentos o pagar deudas.

¿Qué pasará con los más de un millón de rohingyas que viven en Bangladesh hoy? ¿Recibirán una ayuda alimentaria consistente y adecuada? ¿Se les permitirá trabajar legalmente y se les darán derechos de movilidad en Bangladesh? o ¿Se les permitirá producir sus propios alimentos? ¿Serán reasentados en países del Norte? ¿O se los enviará de vuelta involuntariamente a Myanmar? La falta de movilidad significa que está aumentando la vulnerabilidad de quienes viven en los campamentos, sobre todo las mujeres y los niños.

Los refugiados que no reciben suficientes raciones de alimentos -o que no reciben raciones de alimentos- tenían que buscar empleo ilegal como jornaleros. Pero ahora, sobre todo los hombres, pueden trabajar para ONGs a cambio de un salario modesto. Las mujeres tienen pocas opciones de subsistencia. Las mujeres y las niñas que salen de los campamentos buscando leña para cocinar o vender, corren el riesgo de ser asaltadas o violadas; además, tienen que ir cada vez más lejos para encontrar leña en unos montes cada vez más deforestados. Algunos padres rohingyas envían a sus hijas, incluso desde los 8 años, a ciudades lejanas para trabajar como trabajadoras domésticas. En vista de que necesitan dinero para comprar comida y diversificar sus dietas, adoptan estas conductas de riesgo (Adnan 2014).

La seguridad alimentaria no es simplemente cuestión de calorías; se refiere a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados. Para los rohingyas, esto significa acceso regular a pescado y verduras. Sin embargo, en este momento los habitantes de los campamentos no tienen acceso a pescado, no pueden criar peces ni salir de los campamentos para pescar en la costa. Algunos rohingyas compran pescado a los bangladesíes y lo venden en los campamentos, pero los precios son más elevados que en los mercados fuera de los campamentos y no son asequibles para mujeres ni huérfanos que no cuentan con efectivo. 

En los campamentos que yo visité en 2017, la distribución de arroz era desigual y esporádica. Muchas mujeres dijeron que no recibían raciones porque no eran parte del grupo que recién había llegado. Esto crea jerarquías. Al interior de los campamentos encontramos a los refugiados registrados que tienen raciones completas, los que reciben raciones de arroz esporádicas y los que no reciben nada. En la actualidad, se distribuyen grandes cantidades de arroz, lentejas y aceite, pero hay escasez evidente de pescado, verduras y carne.

Mi investigación se centra en la vulnerabilidad de las mujeres y niñas rohingyas en situaciones de migración forzada. Sobre todo estudio su acceso a alimentos y ayuda alimentaria, y lo que esto nos muestra acerca de la humanidad de la ayuda ‘humanitaria’, en especial para refugiados que están en esa situación desde hace mucho tiempo. 

Sobre todo, analizo el acceso a pescado y la cría de peces. En la actualidad, ONGs como WorldFish, están trabajando con las mujeres en extrema pobreza en Bangladesh. ¿Sus buenas prácticas podrían ser ampliadas hacia las mujeres refugiadas rohingyas? Los hogares rohingyas, con una mujer como jefe de hogar, ¿podrían administrar pequeños proyectos de acuacultura o de secado de pescado para alimentar a sus familias? Un proyecto de secado de pescado en una comunidad anfitriona local ¿puede beneficiar tanto a las mujeres bangladesíes como a las mujeres rohingyas?

Para los rohingyas con quienes hablé y para mí, está claro qué, con las actuales políticas alimentarias del gobierno de Bangladesh y las agencias de las Naciones Unidas, quienes más necesitan los alimentos adecuados, no los están recibiendo. Para comprender la dinámica de la ayuda humanitaria, al igual que las relaciones entre refugiados y comunidades anfitrionas, los países de origen, los países donantes y los refugiados mismos, es importante saber por qué ciertas políticas relacionadas con alimentos, medios de vida y movilidad, son permitidas o no.

 

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