Medio ambiente, energía y naturaleza

El nexo ignorado entre la migración climática y la trata de personas

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Dharani Thangavelu

A medida que se intensifica el cambio climático, millones de personas se ven desplazadas por el aumento del nivel del mar, las condiciones climáticas extremas y el colapso de los medios de vida. Sin embargo, la conexión entre la migración inducida por el clima y la trata de personas sigue siendo en gran medida ignorada. Las crisis mundiales, en particular en los Sundarbans, a lo largo de la frontera entre India y Bangladesh, empujan a las comunidades vulnerables a ciclos de desplazamiento y explotación. Esto subraya la urgente necesidad de políticas interseccionales que vinculen la adaptación climática con la protección contra la trata.

A pesar de la creciente realidad del desplazamiento inducido por el clima, actualmente no existe una definición jurídica internacional de la migración relacionada con el clima, y ​​los “refugiados climáticos” siguen sin ser reconocidos por la legislación vigente sobre refugiados, lo que deja a  las personas desplazadas por el medio ambiente sin protección formal ni derechos de asilo.

El nexo subsiguiente entre la migración climática y la trata de personas a menudo se pasa por alto en los marcos de políticas globales y nacionales, lo que deja inadecuados los sistemas de protección y alerta temprana. El tsunami del Océano Índico de 2004 fue la primera vez que el problema de la trata de personas durante los desastres naturales cobró protagonismo. Los dos grandes ciclones que afectaron a India y Bangladesh, Sidr (2007) y Aila (2009), así como el tifón Haiyan (2013) en Filipinas y los terremotos en Nepal (2015), demuestran vínculos claros entre los desastres naturales y los aumentos repentinos de la trata. Investigaciones del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED) y Anti-Slavery International muestran que las crisis ambientales, como las sequías en el norte de Ghana, empujan a las poblaciones vulnerables, especialmente a las mujeres, a la explotación laboral y la servidumbre por deudas. Se necesitan medidas políticas urgentes para abordar la trata específicamente dentro de las respuestas a la migración relacionada con el clima.

El caso de los dinámicos Sundarbans

Si bien los Sundarbans son un célebre sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y uno de los ecosistemas de manglares más grandes del mundo, también son una región ecológicamente frágil y vulnerable al clima. La zona, que se extiende a lo largo de las fronteras ecológicamente porosas de India y Bangladesh, ha sufrido repetidos desastres naturales durante las últimas décadas, lo que ha obligado a muchos residentes a emigrar en busca de seguridad y medios de vida.

Tras los ciclones Sidr y Aila, algunos residentes se vieron obligados a abandonar sus hogares para buscar trabajo en otros lugares, mientras sus familias sobrevivían con las escasas remesas. Sin embargo, este frágil equilibrio se vio alterado en mayo de 2020 por el ciclón Amphan, un superciclón de categoría 5 que azotó el delta del Bengala en India y Bangladesh durante la pandemia de COVID-19.

A medida que la pandemia causó pérdidas generalizadas de empleos en las ciudades, miles de trabajadores migrantes regresaron a los Sundarbans. Esta migración inversa generó una crisis humanitaria. Con los medios de vida destruidos, las instalaciones sanitarias inadecuadas y la tierra infértil debido a la intrusión de agua salada, muchas familias se enfrentaron a una precariedad extrema. Como señala un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM), la posibilidad de buscar trabajo fuera de la región, que antes era un mecanismo clave para afrontar la situación, se volvió cada vez más difícil.

La vulnerabilidad de la región deltaica de los Sundarbans, donde la tierra y el agua se encuentran en constante negociación, surge tanto del cambio climático como de la frágil geología de la región. El nivel del mar está subiendo no solo debido al calentamiento global (derretimiento del hielo y expansión térmica), sino también porque el propio delta se está hundiendo, un proceso natural conocido como subsidencia deltaica. Esto añade entre 3 y 8 mm adicionales de aumento del nivel del mar anualmente, lo que hace que la zona sea mucho más propensa a inundaciones que el promedio mundial. Para agravar esto, la temperatura de la superficie del mar de la Bahía de Bengala ha aumentado 0.5 °C por década desde 1980, mucho más rápido que la tasa global de 0.06 °C, lo que alimenta ciclones más fuertes y acelera la erosión costera. Los estudios muestran que esta tendencia de calentamiento supera a la del Mar Arábigo, dejando la costa oriental de la India especialmente expuesta a tormentas de alta intensidad.

Como señala el escritor Amitav Ghosh en su libro The Great Derangement, los Sundarbans son un «paisaje tan dinámico que su misma variabilidad da lugar a innumerables momentos de reconocimiento». Esta volatilidad ambiental influye directamente en el movimiento humano. A medida que el aumento del nivel del mar y los repetidos ciclones erosionan la tierra y los medios de vida, la migración se convierte tanto en una necesidad como en una estrategia de supervivencia, que se entrelaza cada vez más con problemas de desigualdad y explotación.

La necesidad de replantear la migración climática con un enfoque interseccional

La migración suele ser una estrategia familiar para diversificar los ingresos y reducir la vulnerabilidad cuando fracasan los medios de vida agrícolas. Sin embargo, cuando se lleva a cabo bajo presión y sin apoyo institucional, la migración puede agravar la desigualdad, el desplazamiento social y el riesgo de explotación, incluida la trata de personas. A nivel mundial, la migración inducida por el clima tiene profundas consecuencias sociales. En los Sundarbans, por ejemplo, un estudio de 2010 reveló que el 20 % de los hogares tenía al menos un niño trabajador migrante. Las familias rara vez se mudan juntas; en cambio, los niños son enviados a las ciudades para generar ingresos, una estrategia de supervivencia que los expone a la trata y la explotación. Durante la última década, esto no ha hecho más que intensificarse, adquiriendo nuevas dimensiones de esclavitud moderna.

Tanto los desastres repentinos, como los ciclones y las inundaciones, como las crisis de evolución lenta, como el aumento del nivel del mar y la degradación del suelo, siguen obligando a las personas a migrar en busca de medios de vida o supervivencia, lo que a menudo las expone a la explotación y la trata de personas. Las políticas climáticas internacionales han priorizado en gran medida la mitigación y la adaptación sobre las pérdidas y los daños. Si bien los debates en foros como la COP27 y acuerdos como el Marco de Santiago han comenzado a considerar la financiación para los impactos climáticos, el desplazamiento sigue sin abordarse adecuadamente.

La relación cíclica entre el cambio climático y la trata de personas es particularmente alarmante. Las crisis ambientales exacerban las vulnerabilidades económicas y sociales, incrementando el riesgo de todas las formas de esclavitud moderna, como la servidumbre por deudas, el trabajo forzoso y la explotación sexual. Al mismo tiempo, las prácticas laborales explotadoras contribuyen a la degradación ambiental y al aumento de las emisiones, lo que agrava aún más la crisis climática.

Para obtener respuestas eficaces, es necesario adoptar la interseccionalidad como marco analítico, que integre estrategias para abordar simultáneamente la adaptación climática y la trata de personas, y que esté respaldada por una sólida investigación y data recopilación de datos para subsanar las lagunas de conocimiento actuales. Sin marcos jurídicos integrados, políticas de protección e intervenciones específicas, la migración inducida por el clima seguirá exponiendo a millones de personas vulnerables a la explotación, perpetuando un ciclo de daños ambientales y sociales.

Dharani Thangavelu
Manager, GlobalDev