Proteger a los vulnerables del hambre y la desnutrición durante la pandemia es un nuevo desafío al que se enfrentan muchos países en desarrollo. Esta columna informa sobre la evidencia de familias rurales en Bangladesh que muestran tasas crecientes de “inseguridad alimentaria”, es decir, falta de acceso a suficientes alimentos nutritivos para satisfacer sus necesidades nutricionales. Los autores sostienen que, dada la magnitud de la pérdida de trabajos y de ingresos, frente a la crisis del Covid-19 se requiere el apoyo social sustancial para detener la expansión de la inseguridad alimentaria y mitigar los efectos adversos sobre la salud y el bienestar.
El Covid -19 amenaza la vida y el sustento de las personas en todo el mundo. Tras el brote, países de todo el mundo tomaron medidas para cerrar los mercados y restringir los movimientos con el fin de evitar la propagación del virus. Aunque vital en la contención de la enfermedad, estas medidas también implican un costo elevado para los pobres y vulnerables en los países en desarrollo, ya que interrumpe su empleo, ingresos así como poder de adquisición.
Las personas pobres de los países en desarrollo muchas veces dependen de los ingresos del trabajo ocasional diario y del sector informal que solo les permite tener pocos ahorros y escasas reservas de alimentos para el futuro. Además, las instituciones deficientes y la falta de redes de seguridad social en el mundo en desarrollo normalmente no protegen a los vulnerables durante las crisis.
Por lo tanto, los cierres económicos en los países en desarrollo amenazan a los pobres en términos de sustento, hambre y bienestar económico. Se calcula que más de un cuarto de mil millones de personas podría enfrentar el hambre durante la pandemia, lo que podría aumentar aún más su vulnerabilidad a diversas enfermedades. Por lo tanto, proteger a los vulnerables del hambre y la desnutrición durante la pandemia es un nuevo desafío al que se enfrentan ahora muchos países en desarrollo.
En un nuevo estudio, proporcionamos evidencia sobre la inseguridad alimentaria (falta de acceso a alimentos suficientes y nutritivos para satisfacer las necesidades nutricionales) en las familias pobres durante el Covid -19. Llevamos a cabo una encuesta telefónica en abril de 9.847 familias rurales en el suroeste de Bangladesh para averiguar quiénes luchan con la seguridad alimentaria durante la pandemia y cómo hacen frente a tales adversidades. También le dimos seguimiento a 2.402 de ellas en mayo, casi un mes después de nuestra encuesta inicial, para entender cómo se agrava la inseguridad alimentaria en las familias con el tiempo. Las familias de nuestro estudio tienen características muy similares a las familias rurales promedio en Bangladesh.
Bangladesh ocupa un lugar muy bajo en el ranking mundial de seguridad alimentaria (83 de 113 países en 2019, peor que sus vecinos India, Nepal, Pakistán y Myanmar) y el país se ha visto afectado negativamente por la pandemia. Por ejemplo, 13 millones de su población activa ya ha sido despedida permanentemente del trabajo y se espera que otros cinco millones de personas experimenten pobreza extrema debido al Covid -19. Por lo tanto, la situación de la seguridad alimentaria en Bangladesh es similar a la de muchos otros países en desarrollo y requiere la atención inmediata de los formuladores de políticas.
La mayoría de las familias experimentaron un impacto negativo en sus ingresos y se hallaron en una situación de inseguridad alimentaria inmediatamente después de la cuarentena
De nuestra encuesta inicial (ola 1), encontramos que el 90% de las familias han experimentado una pérdida de ingresos parcial o total después de la cuarentena, más del 80% de las familias experimentaron situaciones de inseguridad alimentaria de leves a severas, y más del 50% de las familias experimentaron situaciones de inseguridad alimentaria de moderadas a severas.
Los hallazgos muestran que las familias cuyos ingresos no han cambiado, tienen en su mayoría garantizados sus alimentos, pero la inseguridad alimentaria parece aumentar con la pérdida de ingresos (ver Figura 1). Además, la inseguridad alimentaria de moderada a grave es mayor entre los hogares que experimentaron una pérdida total de ingresos que entre los hogares que solo experimentaron una pérdida parcial de ingresos.
Las familias que se encuentran principalmente en empleos que no cuentan con una seguridad laboral, como los trabajadores agrícolas y los jornaleros ocasionales, fueron inicialmente las más afectadas en términos de inseguridad alimentaria. Por otro lado, las familias que poseen negocios y están involucradas en trabajos del sector público son las menos afectadas en términos de inseguridad alimentaria. Esto sugiere que las familias con mayor seguridad laboral tienden a tener más seguridad alimentaria que las familias con muy baja seguridad laboral.
Figura 1: Inseguridad alimentaria y pérdida de ingresos durante la primera ola
Los ahorros, los préstamos y las reservas de alimentos son las principales estrategias de supervivencia
La Figura 2 muestra que las familias dependen principalmente de ahorros anteriores, reservas de alimentos y préstamos para hacer frente a la pérdida de ingresos. En particular, las familias con mayores ahorros y reservas de alimentos tienen una inseguridad alimentaria relativamente menor, y es más probable que soliciten préstamos cuando tienen más inseguridad alimentaria. Además, los préstamos familiares aumentaron para las familias con inseguridad alimentaria severa, que obtuvieron más préstamos que las familias con inseguridad alimentaria leve a moderada. El apoyo del gobierno fue muy bajo.
Figura 2: Estrategias de sobrevivencia por inseguridad alimentaria durante la primera ola.
La inseguridad alimentaria parece estar dispersándose rápidamente en los grupos que anteriormente tenían seguridad alimentaria
Usando la respuesta de seguimiento de 2.402 familias rurales (de las 9.847 familias de la primera ola), nos encontramos con que la inseguridad alimentaria en las familias se agravó aún más durante la pandemia y la cuarentena.
La Figura 3 muestra que la proporción de familias con seguridad alimentaria y moderadamente inseguras disminuyó en la segunda ola (aproximadamente en 10 puntos porcentuales), mientras que el número de familias con inseguridad alimentaria severa aumentó drásticamente durante la segunda ola (aproximadamente en 30 puntos porcentuales), lo que implica un probable cambio.
Además, entre las familias que tenían seguridad alimentaria en la primera ola, aproximadamente el 88% de esas familias experimentaron un agravamiento en la seguridad alimentaria: pasaron de seguras a inseguras en cuestión de alimentos. Por el contrario, entre las familias que padecían inseguridad alimentaria en la primera ola, solo el 1,5% experimentó una mejora en la seguridad alimentaria (pasando de inseguras a seguras en cuestión de alimentos).
Nuestro análisis sugiere que las inseguridades alimentarias se están propagando rápidamente en grupos que antes tenían garantizado el suministro de alimentos. Los mecanismos tradicionales de ayuda tales como hacer uso del endeudamiento o financiamiento informal, los ahorros anteriores, y la ayuda de amigos, familiares o vecinos pueden funcionar solo por un corto período de tiempo. Sin indicación de mejora en la seguridad alimentaria entre las familias afectadas, el patrón de dicha transmisión sugiere que la inseguridad alimentaria inevitablemente alcanzará al resto de las familias con seguridad alimentaria si los formuladores de políticas no toman medidas drásticas para detener la propagación en la primera oportunidad.
Figura 3: Inseguridad alimentaria en las dos olas
Observación final
A pesar de los informes en los medios de comunicación nacionales e internacionales, faltan datos sobre cómo está evolucionando la seguridad alimentaria durante la pandemia del Covid-19 y cómo dirigirse a las familias con mayor riesgo de inseguridad alimentaria aguda. Nuestras encuestas rápidas de las familias presentan evidencia de la relación entre la pérdida de ingresos y la inseguridad alimentaria durante la pandemia.
En general, los resultados sugieren que la mayoría de las familias rurales perdieron sus ingresos y solo unos pocos de ellos tiene garantizado el suministro de alimentos durante la pandemia. También nos enteramos de las principales estrategias de supervivencia adoptadas y la rápida expansión de la inseguridad alimentaria en las familias.
Nuestro estudio identifica las familias con mayor riesgo de padecer hambre e inseguridad alimentaria severas en una población ya vulnerable. Esto debería ayudar a los gobiernos, organizaciones no gubernamentales y humanitarias a tomar decisiones eficaces durante las emergencias en entornos de escasos recursos, sobre el contenido óptimo y la duración ideal de la ayuda alimentaria, y sobre cuáles son los destinatarios seleccionados ideales.
La inseguridad alimentaria está afectando la ingesta de alimentos nutritivos en un momento en que tener una dieta de este tipo es fundamental para mantenerse saludable y mantener un sistema inmunológico fuerte que brinde protección contra el coronavirus. Por otra parte, la inseguridad alimentaria no solo causa más daños a la salud y al bienestar físico, sino que también puede afectar la salud mental y el bienestar psico-social, especialmente entre las mujeres y los niños. Es preciso seguir actuando para identificar y proporcionar apoyo inmediato a las familias que necesitan alimentos con carácter urgente.