Con los picos de calor cada vez más frecuentes en las metrópolis africanas, las políticas de urbanización y vivienda, así como la calidad del hábitat, heredada de la década de 1960, deben ser cuestionadas. Esta investigación demuestra la necesidad urgente de repensar los métodos y estándares de construcción en Costa de Marfil, con el fin de mejorar la resiliencia climática en las ciudades de la región.
Al igual que muchos países africanos, Costa de Marfil está experimentando una urbanización acelerada. El número de ciudades con más de 100,000 habitantes pasó de ocho en 1998 a diecisiete en 2021. Ese mismo año, 15,428,957 marfileños vivían en ciudades, lo que representaba el 52.5% de la población, en comparación con el 32% en 1975. Impulsada por un fuerte crecimiento demográfico, la transición urbana en curso está exponiendo los límites de las políticas de urbanización. Estos se ven empañados por la falta de planificación a largo plazo, una inversión insuficiente de recursos (por ejemplo, en la Cuenta de Movilización de la Vivienda, el Fondo de Apoyo a la Vivienda o la Cuenta del Suelo Urbano) y una serie de desafíos medioambientales (gestión de residuos, contaminación, calentamiento global, etc.). Estas deficiencias repercuten gravemente en la calidad de la vivienda de los ciudadanos de Costa de Marfil. Las infraestructuras existentes suelen estar mal equipadas para hacer frente a los peligros climáticos actuales y futuros: aumento del nivel del mar, erosión costera, cambios drásticos en los regímenes de lluvias, cambios en los ciclos de los cultivos, estrés hídrico, etc.
Además, las políticas de vivienda aún carecen de una visión sostenible y prestan poca atención a las necesidades de las poblaciones más vulnerables, lo que agrava las desigualdades sociales y económicas. Por ejemplo, muchas iniciativas de desarrollo urbano se centran en proyectos de vivienda social en zonas con altos valores de suelo, dejando de lado los barrios del centro de la ciudad. Este abandono contribuye al crecimiento de los barrios marginales en ciudades como Abiyán, donde muchas familias viven en condiciones precarias sin acceso adecuado a la infraestructura básica. En este contexto, es evidente que la integración de las preocupaciones sociales y medioambientales en las políticas de vivienda es esencial para promover una sociedad más igualitaria y resiliente frente a los retos urbanos.
Salud y vivienda en la primera línea del desafío climático
En realidad, la cara más visible del cambio climático, el calentamiento global, se está manifestando en Costa de Marfil en forma de temperaturas medias más altas y una recurrencia más pronunciada de fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, olas de calor, etc.). Según las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), es muy probable que muchas de las ciudades del mundo experimenten un aumento en la incidencia y duración de las olas de calor (Pachauri et al., 2015), acentuando el efecto isla de calor urbana (UHI). Las principales zonas urbanas de Costa de Marfil, como Abidján, Bouaké y Yamoussoukro, no son una excepción. Además de los efectos del calentamiento global, estas ciudades están experimentando picos de calor cada vez más severos debido a la alta demografía urbana, la naturaleza industrial de la construcción de edificios, la falta de vegetación y el uso de materiales absorbentes de calor. Estas condiciones exacerban los problemas de salud pública en las zonas urbanas africanas, donde la infraestructura de salud suele ser inadecuada.
Además del riesgo de insolación y estrés térmico, los picos de temperatura pueden favorecer enfermedades respiratorias y cardiovasculares, así como la propagación de enfermedades transmitidas por vectores como la malaria y el dengue. Por lo tanto, existe una clara correlación entre la calidad de la vivienda y las políticas públicas de salud. Esto demuestra la urgente necesidad de que las autoridades de Costa de Marfil aborden la cuestión de la resiliencia climática desde el ángulo de la renovación de la vivienda urbana.
Aprovechar las oportunidades del ecosistema africano
Según Vincent Zoma y Nadaogo Nakanabo (2022), durante mucho tiempo, las políticas de vivienda se basaron en la lógica de la vivienda, con el objetivo de proporcionar a los habitantes de las ciudades viviendas asequibles y terrenos edificables. Estas políticas se implementaron en detrimento de la vivienda sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Esta es una de las razones por las que, durante muchos años, la construcción con bloques de hormigón intensivos en cemento fue la opción preferida para la vivienda urbana en África. El aumento de las temperaturas en los últimos años y el consiguiente malestar en Costa de Marfil muestran los límites de esta política de vivienda insostenible, que no se adapta a las realidades climáticas de los países subsaharianos. Sin embargo, la abundancia de recursos y la diversidad de materiales de construcción que ofrece el ecosistema africano podrían servir como palanca para la resiliencia frente al calentamiento global. África, Medio Oriente, Asia Central, el Himalaya, China, América del Sur y Central abundan en maravillas diseñadas por los propios pueblos, con materiales extraídos del mismo lugar de construcción.
Por ejemplo, la adopción de materiales de construcción sostenibles de origen local (como el bambú de rápido crecimiento combinado con arcilla naturalmente abundante) tiene un inmenso potencial para reducir significativamente la dependencia de materiales que a menudo son importados y consumen mucha energía en su producción y transporte. Además, las medidas de construcción basadas en la vegetación ofrecen importantes beneficios de enfriamiento a través de la evapotranspiración y el sombreado. La plantación en tejados y paredes también puede desempeñar un papel importante en el aislamiento de edificios, manteniéndolos frescos durante la temporada de verano y limitando la pérdida de calor en invierno (Filho et al., 2017). Por último, la integración de soluciones bioclimáticas, desde la fase de diseño de los edificios, que maximizan la ventilación natural y la sombra, puede reducir la dependencia de los sistemas de aire acondicionado que consumen mucha energía.
Como señala Didier Bebada (2021), para fortalecer la resiliencia climática de las metrópolis urbanas africanas, las políticas públicas de vivienda y todas las partes involucradas en la cadena de valor de la construcción deben considerar la vivienda como un patrimonio cultural. Esto ayudaría a preservar la identidad arquitectónica y ecológica de los territorios y zonas africanas. También es fundamental aprovechar las oportunidades que ofrece el ecosistema africano poniendo en marcha programas de (re)educación de los actores en la ecoconstrucción, utilizando materiales locales como el geoconcreto, o técnicas sostenibles como las promovidas por el Premio Nobel de Arquitectura 2022, Diedébo Francis Kéré, que utiliza la tierra cruda para construir edificios sostenibles. La aplicación de estas soluciones garantizará una adaptación eficaz al cambio climático, así como una mayor justicia social y económica entre todos los ciudadanos de Costa de Marfil.