Casi todos los gobiernos identifican desarrollo social con desarrollo económico. Pero las preferencias de desarrollo de la gente abarcan más que el simple progreso económico – que también varían entre sociedades. Esta columna argumenta que la diversidad cultural de los objetivos de desarrollo puede reflejarse en un índice de desarrollo culturalmente sensible. Para la inmensa mayoría de las sociedades post-materialistas parece ser una necesidad urgente, pero las sociedades más pobres pueden también desear armonizar su progreso económico con otras aspiraciones que podrían ser definidas de forma autóctona.
El debate sobre las medidas de desarrollo social se ha intensificado desde la crisis financiera mundial de 2007-2009. Críticas comunes a las medidas económicas incluyen argumentos que consideran de forma insuficiente los costes medioambientales, omiten las actividades no mercantiles, ignoran las desigualdades sociales y se configuran como un indicador insuficiente de bienestar social. Aquí añadimos a este debate la opinión de los psicólogos interculturales y también reforzamos los postulados del movimiento de indicadores sociales de los años 1960. Los índices de desarrollo también necesitan volverse culturalmente sensibles.
Los índices de desarrollo más actuales asumen implícitamente que:
(1) toda sociedad tiene el mismo conjunto de objetivos de desarrollo,
(2) toda sociedad persigue estos objetivos con la misma intensidad y,
(3) toda sociedad sigue la misma trayectoria de desarrollo para satisfacer estos objetivos.
En cambio, afirmamos que las sociedades pueden diferir en:
(1) su conjunto de objetivos preferentes de desarrollo,
(2) la intensidad con la cual desean perseguir objetivos específicos y,
(3) sus vías preferidas para alcanzar estos objetivos.
Defendemos que las filosofías subyacentes de los índices de desarrollo deberían reflejar la diversidad cultural de las sociedades contemporáneas por lo que respecta a sus objetivos de desarrollo preferentes y las vías que se consideran más adecuadas para alcanzarlos. La tabla 1 proporciona una comparación resumida entre el paradigma culturalmente sensible y el paradigma económico (y el anteriormente dominante paradigma militar).
Un ejemplo: sensibilidad cultural aplicada al Índice de Desarrollo Humano
El Índice de Desarrollo Humano (IDH), la alternativa más popular al PIB, se construye como la media geométrica de tres subíndices – educación, longevidad y economía (Subíndices representa el índice de una dimensión determinada):
IDH = (Isalud x Ieducación x Ieconomía)1/3
De este modo, el IDH asume implícitamente que cada uno de sus tres componentes es igualmente importante para la sociedad. Pero no existe evidencia empírica de que todas las sociedades prefieran con la misma intensidad cada una de estas tres vías de desarrollo.
Recopilando o accediendo a información relevante, los investigadores podrían ponderar longevidad, educación y economía con las actuales preferencias de cada sociedad y, a continuación, evaluar hasta qué punto están alcanzando sus propios objetivos cada una de ellas en un IDH culturalmente sensible (CS-IDH; Wsubíndice representa la ponderación de una dimensión determinada):
CS‐IDH
= (Isalud ^Wsalud x Ieducación ^Weducación x Ieconomía ^Weconomía)1/(Wsalud+ Weducación + Weconomía)
Como resultado, este CS-IDH adaptado daría relativamente más sentido a las dimensiones que aspira lograr una sociedad determinada y, de ese modo, llegaría a ser más culturalmente sensible.
La comparación entre países del tradicional IDH resulta de fácil comprensión al basarse en la igual consideración de tres subíndices seleccionados arbitrariamente. El CS-IDH pondera los objetivos sociales de forma diferente para cada sociedad dependiendo del grado con el que los individuos valoran ese objetivo en cada sociedad. Por tanto, la unidad de comparación para CS-IDH será el nivel de progreso sobre los objetivos de desarrollo valorados de forma autóctona. Con los índices CS, uno será capaz de comparar cuán cerca se encuentran las experiencias actuales de cada sociedad de los modelos definidos de forma autóctona.
La necesidad de metodología y mapeos
La cooperación entre investigadores culturales y economistas del desarrollo, junto
con otros científicos sociales, es necesaria para elaborar las teorías y los mapas resultantes de los objetivos de desarrollo de las sociedades. Para elaborar índices culturalmente sensibles, los investigadores necesitan desarrollar métodos para identificar:
(1) la lista de posibles objetivos de desarrollo perseguidos por las sociedades contemporáneas, que podría ser elaborada de forma similar a la que los psicólogos interculturales preparan mapas culturales de valores o axiomas sociales,
(2) las puntuaciones de medición de las preferencias de las sociedades hacia varios objetivos de desarrollo y,
(3) las evaluaciones de desempeño de una sociedad respecto a un determinado objetivo de desarrollo.
Preparar la metodología culturalmente sensible del desarrollo social puede parecer desafiante, pero la metodología para calcular el PIB también llevó tiempo y una gran cantidad de estudios antes de que se convirtiera en un índice “universal” de progreso social.
La primera versión del manual de medición del PIB fue publicada en 1953 y desde entonces ha experimentado revisiones importantes (antes, la idea del desarrollo económico no era comúnmente empleada por órganos de gobierno ni suponía una cuestión de debate entre los investigadores). Un manual similar puede ser imaginado para índices culturalmente sensibles y revisiones similares serán probablemente necesarias.
Psicologizar la ciencia y la práctica del desarrollo social
El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y colegas observaron que aquéllos que intentan conducir nuestras sociedades son como pilotos. Las decisiones que toman dependen de lo que miden y de cómo de buenas son sus mediciones. Introducir la sensibilidad cultural a la medición del crecimiento ayudará a los científicos sociales a comprender los modelos culturalmente diversos para el desarrollo de las sociedades y puede influenciar en las políticas gubernamentales.
La globalización nos ha obligado a cuestionarnos qué aspectos de la experiencia humana son universales y cuáles son determinados culturalmente. La falta de una comprensión más profunda sobre la influencia del contexto cultural en la conceptualización y preferencias de las personas sobre el desarrollo social impide el progreso.
La Psicología surgió en gran medida como una disciplina enfocada a la curación de las personas – con rigor científico, la Psicología ha documentado diferencias individuales y revelado la variedad de vías que conducen a la prosperidad de la persona.
La Psicología intercultural tiene el potencial de ofrecer un apoyo similar en la recuperación de los sistemas sociales – documentando las diferencias culturales y proponiendo soluciones que sean sensibles a la diversidad cultural de las sociedades contemporáneas. Para hacerlo, los científicos sociales de varias disciplinas pueden necesitar cartografiar las preferencias sobre desarrollo social de las personas. Con esta columna, hacemos un llamamiento a dicha acción (y, para estimular el debate científico sobre la idea propuesta, hemos previsto un número especial de la Revista de Psicología Intercultural).
¿Por qué es importante la sensibilidad cultural en la ciencia del desarrollo social?
El paradigma económico ayudó a satisfacer necesidades universales básicas, que implica que el siguiente paso podría ser la satisfacción de necesidades superiores y promover una buena vida. Pero no existe “un modelo único universal” de lo que significa vivir una buena vida.
Dependiendo del contexto cultural, el concepto de “buena vida” o “bienestar” tiene varios significados. Los europeos pueden tener diferentes ideas sobre su futuro (una vida confortable con seguridad social) que los norteamericanos (libertad personal y autoexpresión) o los asiáticos confucianos (cohesión social). Los índices de desarrollo social pueden reflejar estas diferencias, si se vuelven culturalmente sensibles.