Economía, trabajo y negocio

El cambio tecnológico y el futuro del empleo en América Latina

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by

Gonzalo Zunino

Existe una preocupación generalizada en muchas economías desarrolladas acerca de los efectos potencialmente dañinos de las nuevas tecnologías en el empleo. Pero, ¿y si el riesgo en las economías en desarrollo es que la tecnología tiene muy poco impacto en el mercado laboral? Esta columna argumenta que en los países del hemisferio sur la política pública debe estar más enfocada en asegurar que el cambio tecnológico sí penetre en la economía, generando aumentos en la productividad.

Una parte importante de la investigación económica reciente ha explorado los efectos del cambio tecnológico en el mercado laboral. Estos estudios no solo destacan la posibilidad de que las nuevas tecnologías puedan desplazar una gran parte de las ocupaciones actuales,   sino también los riesgos en términos de su impacto distributivo. En particular, se sugiere que la automatización de ciertas tareas podría modificar la estructura del empleo, generando “polarización laboral”.

En un extremo, tendería a fortalecerse el empleo de trabajadores altamente calificados en ocupaciones intensivas en tareas cognitivas no rutinarias, con alta productividad y altos ingresos. En el otro extremo, seguiría habiendo demanda de trabajadores poco calificados en ocupaciones intensivas en tareas manuales no rutinarias, con baja productividad y bajos ingresos. Pero los trabajadores calificados en los niveles de ingresos medios, que generalmente trabajan en tareas rutinarias (manuales y cognitivas) que pueden ser reemplazadas por la tecnología, enfrentarían una menor demanda.

Una limitación de esta investigación desde la perspectiva de los formuladores de políticas en América Latina y otras regiones del hemisferio sur es que la mayor parte se ha llevado a cabo en países más desarrollados. Esto es importante dado que los países emergentes tienen estructuras económicas diferentes a los países desarrollados, lo que podría conducir a diferentes tendencias en el progreso tecnológico.

Una diferencia fundamental es que el proceso de aceleración tecnológica ligado a la automatización, la digitalización y la penetración de la inteligencia artificial probablemente no afectará a América Latina con la misma intensidad o velocidad que a los países asiáticos desarrollados o emergentes. Por ejemplo, hay evidencia  de que la transición de trabajos rutinarios a no rutinarios en países de ingresos bajos y medianos entre 2000 y 2017 habría sido significativamente más modesta que la observada en los países desarrollados.

Esto no sería una experiencia nueva. En épocas anteriores de aceleración tecnológica a nivel global, América Latina ha mostrado mucho menos dinamismo que las regiones que lideraron los procesos. Esto, a su vez, conduce a aumentos significativamente más modestos en el producto per cápita y un retraso en la productividad.

Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, las economías de EE. UU. y Europa Occidental experimentaron una aceleración significativa en el crecimiento del producto per cápita, lo que generó una divergencia significativa con la dinámica de crecimiento de América Latina (ver Figura 1).

Más recientemente, en los últimos 40 años, se ha producido una fuerte aceleración de las economías emergentes del este de Asia, encabezadas por China, mientras que las economías más desarrolladas han tenido una desaceleración moderada y América Latina ha continuado sin un quiebre significativo en su dinámica de crecimiento. La Figura 2 muestra los caminos contrastantes de convergencia de Asia Oriental y América Latina hacia las economías desarrolladas.

Figura 1. PIB per cápita por región 1900 a 2018

(costes de 2011)

 Fuente: Base de datos del proyecto Madison 2020.

Figura 2. PIB per cápita por región 1980–2025

(como porcentaje del PIB per cápita de las economías desarrolladas, según la paridad del poder adquisitivo -PPA- de 2017)

 Fuentes: WEO y FMI.

Esto sugiere que el cambio tecnológico suele llegar a los países latinoamericanos con mucha menos intensidad. También implica que los desafíos asociados con el desempleo tecnológico y la polarización laboral identificados por la investigación pueden ser menos relevantes que en los países desarrollados.

De hecho, el último episodio de aceleración tecnológica puede ser otro en el que América Latina sea incapaz de capitalizar para acelerar su crecimiento y reducir las brechas de productividad con economías más desarrolladas. Por lo tanto, una preocupación central para los formuladores de políticas de la región debería estar relacionada con evitar las fallas de productividad asociadas con las revoluciones tecnológicas anteriores.

La incorporación de nuevas tecnologías que permitan evitar una creciente brecha de productividad con los países más desarrollados no se dará de manera natural. Debe haber las condiciones adecuadas y los incentivos económicos apropiados.

En cuanto a las condiciones para la incorporación de nuevas tecnologías, la región se encuentra claramente en desventaja en términos de infraestructura, capital humano e inversión en investigación y desarrollo (I+D). La automatización y la digitalización requieren una infraestructura digital, pero también un capital humano adecuado para poder trabajar con las nuevas tecnologías. Los problemas de cobertura y calidad de la educación pueden ser limitaciones significativas para capitalizar la “cuarta revolución industrial”.

A su vez, el menor grado de investigación local determina que la mayor parte del tiempo América Latina busque adaptar las innovaciones tecnológicas en base a motivaciones o contextos de otros lugares. Por ejemplo, los desarrollos tecnológicos que ahorran mano de obra son claramente consistentes con el desafío de las economías que se encuentran en procesos avanzados de transición demográfica y que esperan reducciones en el tamaño de su fuerza laboral en las próximas décadas.

Pero el objetivo de ahorrar mano de obra es menos relevante en América Latina u otras partes del hemisferio sur donde, a pesar de ciertas heterogeneidades entre países, se proyecta un crecimiento significativo de la población en edad de trabajar al menos hasta mediados de siglo. Este desajuste entre los objetivos de las innovaciones tecnológicas y el contexto regional se traduce en incentivos menos alineados con la incorporación de tecnología.

Primero, las decisiones de reemplazar el trabajo humano por capital están estrictamente relacionadas con el coste relativo de ambos factores. Los salarios en América Latina son más bajos que en economías más desarrolladas, lo que podría estar retrasando las decisiones de sustitución.

Estos costes se ven afectados por características estructurales como las diferencias relativas en la dotación de factores. Como se mencionó anteriormente, a diferencia de los países más desarrollados, en los países de América Latina se espera un aumento significativo de la fuerza laboral, lo que puede limitar el aumento relativo en el costo de este factor.

En este sentido, los principales desafíos de las políticas públicas en la región deben centrarse en reducir las brechas de infraestructura, continuar aumentando la cobertura y calidad educativa y apuntar a una mayor inversión en I+D, innovación y desarrollo.

Segundo, en términos de instituciones laborales, es fundamental evitar una narrativa de ansiedad tecnológica que conduzca a una agenda a favor de la desregulación. El objetivo de evitar la automatización de trabajos específicos para preservar el empleo puede conducir a propuestas de desregulación y reducción de salarios o beneficios laborales, lo que a su vez puede reducir efectivamente los incentivos para automatizarse.

Es crucial evitar altos costos en una transición que implica cambios significativos en el perfil de tareas de los trabajadores. Aún así, la respuesta a este nuevo impulso tecnológico de ninguna manera puede intentar reducir los incentivos para la adopción de nuevas tecnologías.

La tendencia a la baja de los costes de las diferentes opciones tecnológicas determinará que, en algún momento, las tecnologías acaben incorporándose a la producción. El problema es que esto podría ocurrir cuando dejen de ser tecnologías de punta y el mundo desarrollado ya esté en una quinta revolución tecnológica.

En ese caso, los desafíos distributivos y de reconversión laboral para América Latina serán manejables, pero gran parte de los trabajadores de la región seguirán inmersos en trabajos precarios de baja productividad, bajos ingresos y poca protección social.

En resumen, si bien es menos discutido en las investigaciones sobre el futuro del empleo, el mayor riesgo para América Latina es que la cuarta revolución tecnológica global tenga muy poco impacto en los mercados laborales de la región.

 

Gonzalo Zunino
Researcher, Center for Economic Research (CINVE)