Salud e higiene

Enfermedades no transmisibles: claves para la prevención y el control

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Beatriz Sánchez Monroy

La transición epidemiológica de las enfermedades transmisibles a las enfermedades no transmisibles es una realidad en varios países. Las políticas de salud deben tomar medidas urgentes para reducir las altas tasas de incidencia y mortalidad asociadas a esta última. Esta columna analiza la experiencia de México y propone algunas estrategias intersectoriales que pueden ayudar a promover la prevención y el control.
 
En 2019, la Comisión Lancet describió una «sindemia global», refiriéndose a la interacción entre tres pandemias prevalentes incluso antes del Covid-19 –obesidad, desnutrición, cambio climático – y su agrupación en el tiempo y el lugar.

El término sindemia también se ha definido como la agregación de dos o más enfermedades u otras condiciones de salud en una población que interactúan sinérgicamente y convergen con sus determinantes sociales, económicos, culturales y socioambientales, exacerbando los efectos negativos para la salud de cualquiera o todas las enfermedades involucradas. Entre las enfermedades no transmisibles (ENT) identificadas en esta interacción sindémica se encuentran la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las ENT tienden a ser a largo plazo y son el resultado de una combinación de múltiples factores: genéticos, fisiológicos, ambientales y conductuales. Estas enfermedades crónicas causan el 71% de las muertes a nivel mundial, con un gran impacto en los países de ingresos bajos y medios.

Las recomendaciones para acelerar las respuestas de los países se han incorporado en el Plan de Acción Mundial de la OMS para la prevención de las ENT – por ejemplo, el fortalecimiento de la cooperación en la gobernanza del sector público, las acciones multisectoriales para acelerar las respuestas a nivel nacional, y las acciones para reducir los factores de riesgo y los determinantes sociales subyacentes.

Pero es necesario considerar que los diferentes países y regiones operan en contextos muy diferentes respecto al progreso con su prosperidad económica, salud humana, equidad social y sostenibilidad ambiental.

En México,  la encuesta nacional de salud y nutrición de 2018-19 mostró que el sobrepeso y la obesidad son altamente prevalentes tanto en áreas rurales como urbanas (ver Tabla 1). Además, el 10.3% de la población adulta ha sido diagnosticada con diabetes, y la prevalencia es mayor entre las mujeres (11.4%) que entre los hombres (9.1%); mientras que la prevalencia de presión arterial alta es del 18.4% entre las personas de 20 años o más, y de nuevo mayor en mujeres (20.9%) que en hombres (15.3%).

Tabla 1: Prevalencia (%) de sobrepeso y obesidad en la población mexicana

La Figura 1 muestra datos del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) para el período de 1990 a 2019, lo que indica la creciente tasa de mortalidad asociada con estos tres tipos de riesgo metabólico: alto índice de masa corporal, presión arterial alta y niveles altos de glucosa en plasma en ayunas.

Figura 1. Tasa de mortalidad asociada a tres riesgos metabólicos en la población mexicana de 1990 a 2019.

Entre las estrategias que se han implementado para disminuir la alta prevalencia de ENT a nivel nacional, se encuentra el etiquetado “frontal” de alimentos y bebidas, que entró en vigor a partir de 2020. Esto consiste en cinco etiquetas en blanco y negro utilizadas para indicar si un determinado alimento es alto en calorías, azúcares, grasas saturadas y trans, y sodio. Es similar al etiquetado obligatorio de alimentos en Chile.

La estrategia se complementa con el etiquetado nutricional “detrás del empaque”, como parte de una iniciativa entre los países de la OCDE donde esta es la forma más común de etiquetado. Pero se necesitan políticas adicionales para promover la salud, por ejemplo, acciones comunitarias centradas en influir en los estilos de vida a través de la información y la educación.

La reforma más reciente de la Ley de Educación General en México se implementó en 2021. El artículo 75 establece que las autoridades educativas deben prohibir la venta de alimentos con bajo valor nutricional y alto contenido calórico en las instalaciones escolares.

Además, deben promover estilos de vida saludables que prevengan y contrarresten el sobrepeso y la obesidad entre los estudiantes, incluidas las actividades físicas, los deportes escolares, la educación física y los buenos hábitos nutricionales. Pero estas disposiciones deben ser monitoreadas y evaluadas activamente para garantizar el cumplimiento, y los ajustes deben realizarse en función de la evidencia y los resultados obtenidos a corto, mediano y largo plazo.

Además, se requieren urgentemente estrategias para prevenir las ENT mediante la reducción de los riesgos ambientales en sectores clave, como la contaminación del aire, la contaminación del agua, los sistemas de transporte y los sistemas alimentarios y agrícolas. Estos deben incluir modelos que promuevan la actividad física en lugares públicos, como centros de trabajo, escuelas, hospitales y parques, como lo han recomendado la OMS y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos  para aumentar la resiliencia de las comunidades afectadas y fomentar una cultura de prevención en toda la sociedad en su conjunto.

La CDC ha identificado cuatro dominios como prioridades para la prevención de las ENT: epidemiológicos y de vigilancia, enfoques socioambientales, intervenciones del sistema sanitario y programas comunitarios vinculados a los servicios clínicos.  En el caso de México, estos podrían complementarse con el fortalecimiento de la capacidad del sistema de salud para el tratamiento de las ENT, programas de capacitación para trabajadores de la salud con un enfoque sindémico, estrategias de prevención y desarrollo de nuevas tecnologías para la detección temprana.

Por último, la coordinación intersectorial a través de un marco sindémico integrador es crucial para abordar los impactos de la sindemia en los grupos vulnerables y la comunidad, y para reducir la alta prevalencia de las ENT. La iniciativa podría implicar la colaboración de diferentes secretarías gubernamentales mexicanas como son las Secretarías de Salud, Educación, Ciencia y Tecnología, Economía, Trabajo y Seguridad Social, Medio Ambiente y Recursos Naturales, Agricultura y Desarrollo Rural. También debe implicar el trabajo conjunto con las organizaciones no gubernamentales (ONG) y la industria.

 

Beatriz Sánchez Monroy
Postdoctoral fellow, Mexico’s National Council of Science and Technology