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Reivindicando los espacios urbanos: las mujeres y las ciudades

6 min

by

Rajashree Ghosh

La forma en que las mujeres utilizan y acceden a las ciudades es radicalmente distinta a cómo lo hacen los hombres – y cada vez más trabajos de investigación exploran en la actualidad las interacciones entre género y espacios urbanos. Esta columna analiza algunos estudios recientes y demuestra cómo las mujeres participan en ciudades, aunque subversivamente, como ciudadanas “visibles”.

La investigación sobre género y espacios urbanos se ha desarrollado en torno a la polaridad entre espacios públicos y privados. Esto implica que el espacio no es sólo una construcción física, sino que también incluye manifestaciones de códigos sociales que diferencian el uso de ese espacio.

La preocupación radica en que “las personas ocupen su lugar”. En este sentido, el espacio público queda relegado a los hombres, extranjeros y desconocidos, que pueden moverse libremente y expulsar a quienes consideran que no deberían ser incluidos en el espacio. A las mujeres se les asigna vivir en ámbitos privados con pocas o ninguna posibilidad de participar en las conversaciones que tienen lugar en los espacios públicos, permaneciendo por consiguiente como ciudadanas ‘no visibles‘. El filósofo político Hannah Arendt utilizó una dicotomía similar para comprender a la antigua sociedad griega.

Recopilando algunas de las teorías existentes, deducimos que el ‘lugar‘ de las mujeres se encuentra en los espacios privados y los hogares. Alejarse de estos límites domésticos implica transgresión debido a que los espacios públicos están plagados de peligros, como ser consideradas objetos de la mirada masculina o exposición a la violencia y al crimen.

Impacto en el diseño de políticas

En los años 1970, los estudios urbanos asimilaron enfoques feministas, enriqueciendo de este modo los debates sobre los derechos de las mujeres a los espacios urbanos en general. El nuevo enfoque, al menos en teoría, incorporó a las mujeres al proceso de planificación urbanística.

El movimiento de liberación de las mujeres de los años 1970 y la ‘incorporación de la perspectiva de género‘ en los años 1990 fueron sucedidos por un  mayor uso de la ‘perspectiva de género‘ en los 2000. Las organizaciones internacionales reconocieron explícitamente la estrecha vinculación existente entre derechos básicos y espacios públicos.

De este modo, ONU Mujeres (la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer) aboga por incrementar la seguridad de las mujeres ‘creando espacios públicos seguros‘. UNESCO promueve la integración social de los migrantes con la ‘inclusión mediante el acceso al espacio público‘. Y el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos elaboró una resolución sobre ‘desarrollo urbano sostenible mediante el acceso a espacios públicos urbanos de calidad’.

Otro ejemplo – la Iniciativa Mundial Ciudades Seguras de ONU Mujeres  – está desarrollando e implementando modelos para reducir y prevenir la violencia sexual contra las mujeres y niñas en espacios públicos. Esto se traduce en un mayor alumbrado público, semáforos, aceras ampliadas para cochecitos de niños y sillas de ruedas, etcetera.

En cada caso, estas entidades de Naciones Unidas entienden que es necesario el logro de dichos objetivos en el espacio público para alcanzar aspectos centrales de su agenda de desarrollo de derechos humanos.

La realidad sobre el terreno

Existe un desajuste enorme entre las formas en que se enmarcan los derechos de los ciudadanos en la planificación urbanística y las experiencias cotidianas sobre el terreno de los marginados. Eso es especialmente cierto para los países de escasos recursos, que generalmente excluyen el género de los procesos de planificación urbanística.

Como resultado, las mujeres entran y salen de los espacios públicos de la manera más ‘invisible’ posible, mezclándose a menudo con la multitud. Por ejemplo, las mujeres que buscan agua para uso doméstico tienen que salir a la esfera pública para cubrir una necesidad doméstica. Las mujeres interactúan con la ciudad como seres anónimos cuando entran en espacios públicos. Puede ser liberador de forma limitada – pero entrar con sigilo al espacio público no es lo mismo que reivindicar un derecho.

Protestar en público

La dicotomía de lo público frente a lo privado fracasa cuando evaluamos algunos de los eventos en todo el mundo con encuentros liderados por mujeres de forma considerablemente pública y, con frecuencia, en espacios urbanos históricamente dominados de forma física por los hombres.

En la mayoría de los casos, a menudo se originan protestas espontáneas con la inminente necesidad de cambiar dinámicas de poder. Concentraciones, sentadas y consignas han contribuido a incrementar la conciencia pública y expresar una discordancia manifiesta.

Aunque las protestas de las mujeres no necesitan diseños urbanos específicos, algunas tienen repercusiones duraderas debido a la localización particular – espacios públicos, sitios históricos y corredores urbanos destacados. Ejemplos incluyen la Plaza Tahrir en El Cairo, las marchas de las mujeres en los Estados Unidos y, Shaheen Bagh en Delhi, India.

En general, estos eventos se llevaron a cabo para desarbolar la opresión, pero lo que tienen en común es la desigualdad en el acceso a espacios seguros y el ‘derecho a la ciudad’ prometido por sanciones nacionales e internacionales. Las mujeres en Shaheen Bagh – con o sin el velo – salieron de sus espacios domésticos o privados y ocuparon un espacio público. Como sujetos invisibles en un contexto en el que la ciudad es un espacio político para dar efectividad a la ciudadanía, estas mujeres arriesgaron sus vidas para protestar por las leyes existentes y para forjar su propia pertenecia a una nación.

Más allá de lo público frente a lo privado

Lo que se desprende de estos ejemplos de protestas masivas de mujeres es el uso de espacios públicos como emplazamientos para voces transgresoras y alternativas. El espacio público se enmarca en la disidencia política y el activismo que cuestionan normas existentes sobre movilidad y visibilidad de las mujeres. Estas últimas se redefinen a sí mismas, aportando sus experiencias personales a las esferas pública y política. De esta forma y, desafiando a la dicotomía privada-pública, reivindican espacios urbanos mediante la oposición a leyes y costumbres sociales.

Recientemente, el ciberactivismo de las mujeres (y mediante blogs) como resistencia social también empuja los márgenes de lo privado frente a lo público. Es el alcance de protestas colectivas de mujeres hacia espacios antes exclusivos que, en sí mismo, supone una actividad pública. Esto abre la posibilidad de nuevas conversaciones sobre múltiples contextos y usos dinámicos de espacios urbanos.

Se requiere un enfoque multidimensional que tenga en cuenta las experiencias cotidianas de las mujeres y sus derechos a apoyar un sentido de pertenencia a la ciudad y a la nación. Se necesita más investigación e introspección porque estos escenarios de protesta ofrecen oportunidades para aprender de voces alternativas y desde múltiples perspectivas.

 

Rajashree Ghosh
Resident Scholar, Brandeis University