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Una política de migración sensata para un mundo alterado por el clima
Derechos básicos e igualdad

Una política de migración sensata para un mundo alterado por el clima

8 min

by

Robert McLeman

Existe un creciente riesgo de que millones de personas en todo el mundo se vean obligadas a migrar debido a un aumento del nivel del mar y otros impactos del cambio climático. Esta columna aboga por acciones inmediatas, no solo para hacer la transición a una economía baja en el consumo de carbono, sino también para prepararse para la ´migración climática´, de tal suerte que las personas que tengan que abandonar sus hogares puedan ´migrar con dignidad´ y no como refugiados. Esto implica flexibilizar las leyes de migración laboral para que las personas puedan migrar antes de que se desarrollen los escenarios más desfavorables, y crear un marco global para tratar a los migrantes climáticos de manera justa y compasiva.  

El ministro de finanzas miró a sus colegas del gabinete. Todos los ojos lo miraron. Los principales bancos centrales del mundo habían advertido que una crisis financiera mundial era inminente. El primer ministro había convocado a esta reunión del gabinete para discutir qué medidas deberían tomarse con la finalidad de minimizar el posible daño económico. El ministro de finanzas aclaró su garganta y dijo: «Dado que no podemos saber con absoluta certeza cómo se desarrollará la próxima crisis financiera, recomiendo que no hagamos nada ahora. Deberíamos esperar hasta que lo peor haya sucedido, y luego abrirnos camino lo mejor que podamos». Todos asintieron con la cabeza y se levantaron para tomar el té.

¿Esta escena te parece absurda? Debería. Es, por supuesto, una ficción. Los ministros de finanzas de Washington a Wellington y de Londres a Lima nunca esperan la información perfecta sobre el futuro antes de establecer políticas financieras o monetarias. Toman decisiones utilizando los mejores pronósticos, predicciones y datos que tienen a su alcance, reconociendo que la economía es una ciencia imperfecta y que el futuro nunca puede conocerse del todo. Su objetivo es reducir su exposición a los peores riesgos y maximizar su potencial de crecimiento en caso de que surjan oportunidades.

Tenemos mejores datos, escenarios más completos y una mayor certeza sobre la migración climática futura de lo que los mejores economistas del mundo podrían ofrecer sobre las tendencias económicas futuras. Entonces, ¿por qué la mayoría de los gobiernos eligen no hacer nada sobre el riesgo real y creciente de que millones de personas en todo el mundo migrarán por razones relacionadas con el clima en unas pocas décadas?  

Después de haber trabajado durante una docena de años en el servicio diplomático y la misma cantidad de tiempo como profesor de investigación sobre migración climática, cada vez creo más que la respuesta a esta pregunta es que la migración climática es un problema sin soluciones fáciles. De tal modo que, mientras el peor de los problemas permanezca en el horizonte, los funcionarios seguirán prefiriendo beber té y esperar lo mejor.

Para aquellos lectores que preferirían saltarse el té y enfrentar el desafío de la migración climática de frente, aquí hay un resumen de lo que ya sabemos sobre la migración climática, y los próximos pasos lógicos para los legisladores a nivel nacional e internacional.

Comencemos con algunos hechos simples que se demuestran fácilmente y se miden de forma rutinaria. La quema indiscriminada de combustibles fósiles y la tala de bosques ha provocado una peligrosa acumulación de gases atmosféricos de efecto invernadero, a un ritmo que se está acelerando rápidamente (IPCC 2013). Esto a su vez ha causado un calentamiento de las temperaturas promedio en la superficie de la Tierra. Y esto, a su vez, está causando una mayor sequedad en las regiones continentales, la expansión térmica del agua del océano y el derretimiento de las capas de hielo.

Podemos verificar en línea el nivel exacto de dióxido de carbono atmosférico en cualquier momento (406.75 ppm al momento de escribir esta columna) y sabemos también la tasa promedio actual de aumento del nivel del mar (poco más de 3 mm por año, y se está acelerando – IPCC 2014). Sabemos igualmente que el calentamiento de las temperaturas superficiales del mar crea ciclones con velocidades de viento de mayor velocidad (Knutson et al 2010) y que la frecuencia y severidad de las sequías en la África saheliana fueron mucho mayores en los últimos 50 años debido a los impactos humanos en la atmósfera (Held et al 2005).

También sabemos que, sin acción inmediata para revertir los factores subyacentes del cambio climático, los impactos físicos se acelerarán y empeorarán gravemente en los próximos 50 años, si tenemos suerte, y si no la tenemos, en los próximos 20 (IPCC 2013). La única incertidumbre real es si las personas tomarán en serio estos riesgos y comenzarán a hacer la transición hacia una economía baja en carbono más temprano que tarde. Por el momento, parece que será más tarde, mucho más tarde, quizás demasiado tarde.

También sabemos, con certeza, las ubicaciones más expuestas a los peores impactos del cambio climático, la cantidad de personas que actualmente viven allí y cuántos más vivirán allí cuando se produzcan los peores impactos. Más de 600 millones de personas viven actualmente a menos de 10 metros sobre el nivel del mar y están potencialmente expuestas a peligros costeros, tres cuartas partes de ellas se encuentran en Asia, la mayoría de ellas viviendo en los deltas de los principales ríos (McGranahan et al 2007). Un aumento de un metro en el nivel del mar desplazaría a más de 50 millones de personas en los países en desarrollo (Dasgupta et al 2009).

Podemos ser aún más precisos y tener en cuenta la migración futura y los patrones demográficos. Por ejemplo, en 2030, 9.9 millones de personas vivirán en los condados del sudeste de Florida, que experimentarían una inundación parcial y un riesgo elevado de daños por marejadas desde incluso un aumento modesto (menos de 14 cm) en el nivel del mar. (Curtis and Schneider 2011).

A medida que los impactos del cambio climático toman mayor control, las personas se moverán. Ya están en movimiento en una variedad de lugares, incluidas las comunidades costeras de Alaska y Bangladesh, las islas pequeñas como los Carterets y las zonas con escasez de agua y propensas a la sequía en el África saheliana, el Medio Oriente y el sur de Asia. Sus números son pequeños ahora, pero solo estamos viendo el borde delgado de la cuña. Muchos no esperarán hasta que sus casas estén bajo el agua o sus cosechas fallen una vez más. A diferencia de los políticos, no esperarán a que suceda lo peor antes de actuar. Se adaptarán migrando a lugares menos expuestos.

Sabiendo que este futuro viene rápido, ¿qué podemos hacer ahora?

Primero, la transición a una economía baja en carbono lo más rápido posible. Cuanto más rápido lo hagamos, menos necesarios serán los siguientes pasos.

En segundo lugar, no solo debemos cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas lo antes posible, sino excederlos lo más posible, especialmente en los países y regiones más expuestos a los impactos inmediatos del cambio climático. Décadas de investigación sobre peligros naturales han demostrado que las personas y los lugares que cuentan con los medios financieros y técnicos para adaptarse por adelantado experimentan menos daños y se recuperan más rápido cuando ocurren desastres. Lo mismo ocurre con la migración climática: los lugares que tienen una mayor capacidad de adaptación tienen menos probabilidades de experimentar desplazamientos a gran escala y migración por necesidad.

En tercer lugar, tomo esta recomendación de Anote Tong, ex presidente de Kiribati  -un país inminentemente amenazado por el aumento del nivel del mar-, debería permitirse que las personas que actualmente viven en lugares que eventualmente deban abandonarse ‘migren con dignidad’ y no como refugiados. En la práctica, esto significa flexibilizar las leyes internacionales de migración laboral para que las personas puedan migrar antes de que se dé el peor de los casos. Deben poder enviar dinero a casa para ayudar a construir una infraestructura física y social, y para adquirir habilidades y educación que los haga utilizables y deseables en los lugares a los que eventualmente tendrán que trasladarse. Esto no necesita de nuevos convenios o tratados internacionales; se pueden hacer arreglos bilaterales sencillos.

En cuarto lugar, debemos modificar un acuerdo internacional existente, o negociar uno nuevo, para crear un marco global para tratar a los migrantes climáticos de manera justa y compasiva. Es probable que sea más fácil ajustar un acuerdo existente, y el Acuerdo de París en el Artículo 50 sienta las bases para hacerlo a través de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Necesitamos transitar más rápido a lo largo de este camino.

Quinto y último, los gobiernos deben dejar de tratar a los migrantes internacionales como amenazas a la soberanía y la seguridad, y aceptar que son simplemente personas comunes que buscan seguridad y una vida digna para ellos y sus familias. La investigación muestra que cuando a los migrantes ambientales se les da la oportunidad de integrarse en las comunidades de destino, generalmente lo hacen con éxito, sin causar ningún daño a las personas que ya viven allí.

Si los gobiernos no están dispuestos a ayudar activamente a los migrantes, deberían, como mínimo, permitir actuar a las organizaciones y miembros de la sociedad civil que estén dispuestos y puedan ayudar. Mariana Flores Castillo abordará este punto de manera explícita en su contribución a este foro sobre las experiencias negativas de las comunidades mexicanas en tránsito; muchos gobiernos en todo el mundo muestran hostilidad similar hacia los migrantes. Tales actitudes deben cambiar si queremos navegar por el futuro alterado por el clima que estamos creando rápidamente para nosotros mismos.

 

Robert McLeman
Associate Professor, Wilfrid Laurier University and Guest Editor "Migration and Development"