Derechos básicos e igualdad

Diásporas y desarrollo

6 min

by

Yan Tan

Las personas que viven fuera de su patria pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo económico de sus países de origen. Sin embargo, en este artículo se argumenta que estas personas, en situación de diáspora, también pueden contribuir con sus países de manera no económica. Por ejemplo, al incidir en nuevas formas de pensar sobre la ciudadanía, la identidad y el sentido de pertenencia y al dar asistencia en tiempos de desastres naturales e inestabilidad política. Los gobiernos, tanto en los países de origen como de destino tienen que trabajar juntos en políticas para que la diáspora maximice su dividendo de desarrollo y se beneficien los intereses económicos, sociales y culturales de todos.

Un número estimado de 244 millones de personas viven fuera de su país de nacimiento. Asia es el lugar de nacimiento de la mitad de ellas. Quienes viven en el extranjero –conocidos generalmente como “personas en situación de diáspora”– desempeñan un papel importante en el desarrollo de sus países de origen.

Los estudios sobre la migración son importantes para nuestra comprensión de las diásporas. Gracias a ellos podemos encontrar los patrones espaciales, las rutas de migración y los vínculos entre las comunidades en el lugar de origen y en el exterior. Pero se ha explorado relativamente poco en dos áreas específicas:

  • Primero, ir más allá de la preocupación por la contribución de las diásporas al desarrollo económico de los países de origen; es decir, tener en cuenta su contribución no económica.
  • Segundo, estudiar los mecanismos causales y los procesos que vinculan las diásporas con los resultados en cuanto al desarrollo (Newland et al. 2010; Ho et al. 2015).

A este respecto, la investigación sobre la migración –y las políticas relativas a la migración, sobre todo en Asia– no ha evolucionado de una acorde al “transnacionalismo”, actualmente, una de las perspectivas más influyentes en las temáticas de migración y desarrollo.

El transnacionalismo se refiere a la gran cantidad de vínculos e interacciones entre las personas e instituciones más allá de las fronteras de los estados nacionales, sin asignar una identidad a un territorio único o específico (Schiller et al. 1992; Portes et al. 1990; Vertovec 1999; Yeoh et al. 1999; Faist 2000). Mientras más de la mitad de las naciones del mundo tienen una política formal de diáspora, Australia, China y muchos otros países en la región del Pacífico asiático, no la tienen (Naciones Unidas 2013).

¿Qué significa adoptar una perspectiva transnacional? Mirar más allá de la atención que tradicionalmente se presta a los efectos a nivel del desarrollo en los países de destino de los migrantes; intentar captar la naturaleza cambiante de la migración mundial al hacer hincapié en la naturaleza y los vínculos entre los migrantes en los países de origen y de destino, al tomar en cuenta los ámbitos familiares, culturales, económicos y políticos del desarrollo en los países de origen (Faist 2010; Faist et al. 2013).

Asimismo, el transnacionalismo es el intento de desarrollar una mejor comprensión de las múltiples redes de relaciones entrelazadas a través de las fronteras. Dichas redes sirven como canales de operación de las diásporas y a menudo son descritas como ‘campos sociales’ (Levitt y Schiller 2004) o ‘espacios sociales’ (Pries 2013).

El interés de los responsables de elaborar políticas en la contribución de las diásporas al desarrollo en los países de origen se ha centrado típicamente en cuestiones económicas. Por ejemplo, tanto el Foro Mundial para la Migración y el Desarrollo como el Diálogo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Migración y el Desarrollo afirman que las diásporas juegan un papel central en el desarrollo económico y la reducción de la pobreza en sus países de origen.

Hay estimaciones según las cuales las remesas financieras internacionales en 2015 alcanzaron 552 mil millones de dólares, de los cuales 421 mil millones de dólares, beneficiaron países de ingresos bajos y medios. Al mismo tiempo, los académicos han tenido discusiones sobre cómo se invierten las remesas en bienes, actividades empresariales y proyectos que contribuyen a la infraestructura pública (Lacroix 2013; de Haas 2015).

Las diásporas también han contribuido al desarrollo en los países de origen de maneras no económicas. Concretamente, los líderes de las comunidades de las personas en situación de diáspora han incidido en nuevas formas de pensar sobre la ciudadanía, la identidad y el sentido de pertenencia. Por ejemplo, India, México y Pakistán han desarrollado mecanismos de cuasi-ciudadanía para ofrecer una presencia política y social mejor definida a sus comunidades de personas en situación de diáspora (Ho et al. 2015).

Además, los datos revelan la importancia del papel de las personas en situación de diáspora en la asistencia a sus países de origen en caso desastres naturales e inestabilidad política (Ostergaard-Nielsen 2003; Newland et al. 2010). Gracias al progreso científico y tecnológico ha sido posible una comunicación más eficiente, un retorno físico más frecuente al país de origen y una expansión del ‘retorno virtual’; es decir, la transferencia de los conocimientos y habilidades de los migrantes a sus países de origen sin necesidad de que físicamente regresen.

Aún queda mucho por aprender sobre las contribuciones no económicas de las diásporas y la manera en que las diferentes fuerzas que operan en los países de origen de los migrantes, más que nada las económicas, políticas y sociales, dan forma a la naturaleza de las diásporas o afectan las políticas de emigración de los países de origen.

¿Por qué es importante para los países contar con una política de diáspora? Las políticas relativas a las diásporas tienen diferentes propósitos. Desde facilitar la migración de retorno y crear conexiones con las personas en situación de diáspora hasta promover la integración de las migrantes en los países de destino. Al otorgar un estatus legal a las personas en situación de diáspora, al construir a un nacionalismo simbólico e involucrar a las personas en situación de diáspora en actividades transnacionales a través de la doble ciudadanía y el derecho de voto, los gobiernos pueden fortalecer la conexión entre la nación y los inmigrantes (Faist 2010; Mahieu 2015).

Al planificar las políticas de diáspora, es importante que los gobiernos se den cuenta de lo dinámicos que son los espacios sociales transnacionales; por ende, es posible que, con el tiempo, se tengan que ajustar las políticas de diáspora. Por ejemplo, puede que los gobiernos que solían estar preocupados por la ‘fuga de cerebros’ tengan que repensar sus políticas de retorno, en vista de que la migración circular y el retorno virtual son canales cada vez más efectivos para las remesas económicas además de aportar otros beneficios.

Como investigadores también nos toca desempeñar un papel. Deberíamos esforzarnos por alentar a los gobiernos en los países de origen y de destino, y la sociedad internacional más ampliamente, a elaborar instrumentos de política cohesivos en cuanto a la diáspora. Lo ideal sería que tengan en cuenta los intereses económicos, políticos, sociales y culturales de todos y que ayuden a desarrollar la colaboración regional para las políticas de diáspora que maximicen el dividendo del desarrollo y reduzcan la probabilidad de un impacto adverso. 

 

Yan Tan
Associate Professor of Human Geography, University of Adelaide, Australia.