El siglo XXI nos ha despertado a la realidad de que nuestro planeta de riquezas infinitas es de hecho finito y vulnerable. El gas natural, el agua, los minerales, los bosques, el mismo aire que respiramos, están sujetos a los caprichos de los deseos humanos y a la política gubernamental. Necesitamos urgentemente un diálogo sobre cada aspecto de cómo maximizar nuestros recursos limitados, incluyendo cómo se tienen en cuenta los factores de género, el papel de las corporaciones, y los sistemas tradicionales frente a los modernos.