La pandemia ha vuelto a llamar la atención sobre el hecho de que los sectores que a menudo se consideran separados están profundamente interconectados: la salud pública, la política, la economía, la ley y, por supuesto, el medio ambiente. Esta columna sostiene que la resiliencia de nuestras sociedades depende del reconocimiento de los múltiples centros de toma de decisiones. Los autores ofrecen pruebas de varios sectores sobre la importancia fundamental de incluir a la sociedad civil y a los organismos locales en la gobernanza sistémica.
La interconexión y la interdependencia global permiten que los efectos de las grandes crisis como el Covid-19 se propaguen por todos los sectores, economías, y la sociedad en su conjunto. La pandemia convertida en crisis mundial es un recordatorio de cómo los cambios en el complejo sistema de sistemas ambientales, económicos y sociopolíticos de los que formamos parte son no lineales, impredecibles, surgen de transiciones repentinas y pueden conducir a grandes impactos sistémicos y sociales.
La pandemia ha puesto de nuevo que una enfermedad como factor de estrés procedente de un sector (el sector de la salud) pueda desencadenar vulnerabilidades en otros sectores, desencadenando efectos en cascada en todos los sectores y niveles. A pesar del impacto positivo en sectores como el medio ambiente, en general, estos efectos han aumentado hasta pérdidas humanas drásticas y han causado enormes daños a la economía y a la sociedad.
Por ejemplo, la crisis ha puesto de relieve cómo la resiliencia del sistema de salud tiene un impacto en la resiliencia económica: la capacidad del sistema económico para resistir las crisis sin perder la capacidad de asignar recursos de manera eficiente. Los países con baja capacidad de respuesta a emergencias y alta exposición al comercio corren un mayor riesgo de crisis económica, mientras que los países con menor dependencia de las exportaciones y una mayor preparación para epidemias serán más resistentes económicamente.
Del mismo modo, con los cierres, las economías que dependen de las industrias de servicios, incluido el turismo y la hotelería, son más vulnerables, Esta vulnerabilidad económica se traduce muy fácilmente en vulnerabilidad social, con riesgos crecientes de violencia de género y problemas con la educación y la salud mental.
Evitar el colapso sistémico requiere un enfoque holístico de la resiliencia de un sistema interconectado
En respuesta a la crisis, la mejora de la resiliencia se ha convertido en un imperativo para prevenir el colapso sistémico. Pero si bien la pandemia ha presentado adversidades que desafían los sistemas en todos los niveles y sectores, la atención dentro del imperativo actual de la resiliencia no ha considerado en gran medida la resiliencia a niveles sistémicos y holísticos.
La interconexión entre sistemas implica que la resiliencia se base en la coordinación entre las diferentes funciones sectoriales, los niveles de gobernanza y las dimensiones sociales. Por lo tanto, examinar la resiliencia dentro de los límites de un sistema aislado resulta insuficiente. Evitar el colapso intersectorial requiere, en cambio, pensar en la resiliencia más allá de los sistemas individuales y examinar las interdependencias de las diferentes resiliencias. Exige una evaluación integral de diversos escenarios de peligro, efectos dominó, brechas de capacidad y opciones para reducir los riesgos.
La resiliencia se mejora aún más mediante la redundancia, que se logra cuando más partes interesadas participan en la gobernanza multinivel, por ejemplo, si los gobiernos locales son capaces de asignar más recursos e implementar medidas más estrictas en respuesta a la falta de recursos o la falta de liderazgo de los gobiernos nacionales para coordinar las acciones. Las redes de gobiernos superpuestas sirven para garantizar la movilización continua de los recursos necesarios para recuperarse de la crisis. También permite el uso de los conocimientos locales disponibles en los niveles subnacionales de gobierno.
Permitir la coproducción de la resiliencia a través del enfoque de “gobernanza policéntrica”
Con el tiempo, la crisis como la pandemia han puesto en cuestionamiento el modelo dominante de gobernanza de resiliencia, centrado en el liderazgo de arriba hacia abajo de los gobiernos. Si bien el liderazgo del gobierno es necesario para abordar las emergencias a través de políticas, instituciones, financiamiento y prestación de servicios públicos, las cuestiones de las limitaciones de recursos y la necesidad de equilibrar las prioridades estratégicas en tiempos apremiantes a menudo limitan la capacidad del gobierno para garantizar la resiliencia para todos.
En medio de esto, en todo el mundo, las respuestas impulsadas por la sociedad civil y los movimientos hiperlocales han contribuido a absorber los efectos de la crisis del Covid-19 y a mitigar sus peores impactos. Por ejemplo, desde la disponibilidad de datos y las perspectivas de capacidad estadística, la incapacidad de los organismos nacionales de estadísticas para producir datos fiables e inclusivos del Covid-19 ha sido compensada funcionalmente por iniciativas de datos dirigidas por la sociedad civil que se basan en datos abiertos.
El papel del “común social” para satisfacer la demanda de resiliencia también se demuestra en los casos en que la sociedad civil ha participado activamente en el cierre de las brechas en la comunicación de riesgo del gobierno durante la pandemia. Estas instancias ponen de relieve la eficacia de la “gobernanza policéntrica” de la resiliencia, particularmente en tiempos de crisis.
La gobernanza policéntrica es un modelo de gobernanza adaptativa que comprende varios centros de decisiones, a menudo redundantes en función, que están conectados a través de redes formales o informales. Este modelo de gobernanza facilita la producción de soluciones alternativas para problemas comunes. La gobernanza policéntrica de la resiliencia permite la colaboración en la gobernanza de riesgos y la coproducción de resiliencia.
La noción de coproducción no es nueva. Ha habido muchos debates entre disciplinas en torno a la importancia de la coproducción de los servicios de salud, la gobernanza del riesgo de inundaciones, los servicios públicos, la resiliencia urbana, y la resiliencia económica. La diversidad de las partes interesadas involucradas en la coproducción de sistemas resilientes significa que más partes interesadas contribuyen a la inteligencia colectiva necesaria para gestionar dichos sistemas y que los recursos locales se ponen a disposición.
Esto no sólo elimina el único punto de fracaso en la gobernanza de la resiliencia: también presenta más oportunidades para adaptarse y reorganizarse en condiciones adversas de manera que sostenga el funcionamiento normal.
Apoyar a los actores de la sociedad civil en la participación en la coproducción de resiliencia
La coproducción y la gobernanza colectiva de la resiliencia requieren responsabilidades compartidas. También requieren la provisión de los recursos de sustitución necesarios para la recuperación y adaptación; y la habilitación de mecanismos de colaboración activa entre las partes interesadas en las prácticas productivas que aprovechan los diversos recursos de conocimiento que contribuyen a la capacidad de resiliencia. A este respecto, tradicionalmente se ha dejado que las partes interesadas de la sociedad civil se organicen por sí mismas sobre una base ad hoc en la coproducción de la resiliencia.
Entre las partes interesadas, los desequilibrios de poder han dado lugar a un acceso desequilibrado a recursos adecuados. Para el imperativo actual de resiliencia no solo para promover la responsabilidad sin poder – sino promover la resiliencia como una responsabilidad compartida sin influencia que la acompañe – las ‘capacidades de la sociedad civil para actuar’ como agentes activos en la coproducción de resiliencia deben ser mejoradas para permitirles desarrollar resiliencia medidas adaptadas a necesidades específicas.
Esto significa no sólo asignar a las partes interesadas de la sociedad civil responsabilidades para ayudar en la implementación y localización de políticas de resiliencia, sino también para mejorar la participación de los grupos marginados. Esto también implica ampliar la participación de los procesos de partes interesadas múltiples en la formulación y evaluación de estrategias de resiliencia para incluir a las partes interesadas de la sociedad civil. Esto exige crear un entorno propicio en las disposiciones legales e institucionales para la participación de la sociedad civil en la coproducción de resiliencia en diversos ámbitos y servicios a través de diversos medios.
Con este fin, el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, que considera una amplia gama de estos riesgos, desde los peligros naturales hasta los “riesgos artificiales y los riesgos y peligros ambientales, tecnológicos y biológicos relacionados”, ofrece una perspectiva útil para poner en práctica el enfoque policéntrico de la resiliencia en los acuerdos institucionales de varios niveles y gobernanza. El marco reconoce explícitamente que la gobernanza eficaz del riesgo implica que varios actores operen a diferentes niveles.
Conclusión
La pandemia ha puesto de relieve no sólo las interdependencias entre sectores, instituciones y Estados, sino también el hecho de que la excesiva dependencia de la capacidad de un determinado sector o de ciertas partes interesadas para absorber la crisis y recuperarse de ella es insuficiente. Adaptar medidas de respuesta eficaces requiere el esfuerzo de varios actores superpuestos. Con este fin, la gobernanza policéntrica de la resiliencia ofrece altos grados de superposición y redundancia, que son cruciales para coproducir esfuerzos descentralizados de recuperación y adaptación basados en las necesidades y capacidades locales.
El Covid-19 es simplemente una manifestación de nuestro panorama actual de riesgos globales. Con el uso excesivo de los bienes comunes mundiales, como la biodiversidad y el agua, el aire limpio, así como la falta de preparación y capacidad de respuesta a las emergencias mundiales y nacionales, los riesgos para futuros eventos catastróficos son mayores. Esto requiere no sólo que el gobierno y el sector privado sean resilientes, sino también toda la sociedad.