Derechos básicos e igualdad

Doble desventaja en el aprendizaje en África Oriental y cómo abordarla

6 min

by

Sam Jones

Los niños de familias más pobres en Kenia, Tanzania y Uganda enfrentan una doble desventaja en cuanto a las oportunidades que tienen de acceso al aprendizaje: no solo la calidad general de la educación es baja en estos países, sino que también asisten a escuelas de menor calidad. Esta columna presenta nueva evidencia sobre cómo “clasifican” los niños de diferentes tipos de familias entre las escuelas en África Oriental, y describe qué políticas podrían abordar las desigualdades en los resultados educativos que se transmiten de generación en generación.

Muchos niños perdieron clases debido al Covid-19, pero probablemente los niños de las comunidades más pobres son los que más perdieron. Esto se debe a que la medida en que el aprendizaje remoto o la asistencia domiciliaria pueden compensar el tiempo perdido varía enormemente.

Los desafíos de la educación asociados con la pandemia subrayan una cuestión más genérica: ¿cómo se combinan las contribuciones tanto de las escuelas como de las familias para producir resultados en el aprendizaje? Y, ¿por qué hay tanta desigualdad en esos resultados?

Es bien sabido que las condiciones en el hogar son muy importantes para la educación. Por ejemplo, las diferencias en la alfabetización de los padres (especialmente de las madres) y los recursos financieros del hogar tienden a hacer una gran contribución independiente a los resultados del aprendizaje. De hecho, es posible que los niños de hogares muy pobres ni siquiera asistan a la escuela, o que abandonen la escuela antes de tiempo para trabajar.

También existen diferencias en la calidad de las escuelas, tanto entre países como dentro de ellos. Esto significa que los niños que asisten a escuelas “mejores”, por lo general, aquellos con mejores maestros, a menudo aprenden mucho más que sus compañeros.

Estas desigualdades en los resultados del aprendizaje tienen serias implicaciones para el nivel de movilidad social de un país. Abordar las desigualdades en el aprendizaje puede ser una forma de aumentar la movilidad social y reducir la desigualdad en el futuro.

Combinar las contribuciones del hogar y la escuela al aprendizaje

Una cuestión poco estudiada es hasta qué punto interactúan estos dos diferentes grupos aportantes: los de los hogares y los de las escuelas. Por ejemplo, si fueran simplemente independientes entre sí, no esperaríamos encontrar una relación sistemática entre la calidad de la educación y las condiciones del hogar (dentro de un país o ubicación determinados).

Pero, en teoría, es muy probable que se produzca una asociación positiva: las familias más ricas pueden optar por mudarse a áreas con mejores escuelas; o los maestros más calificados pueden preferir trabajar en vecindarios más ricos con mejores comodidades. Por lo tanto, los niños de hogares más favorecidos pueden ser asignados a mejores escuelas, públicas o privadas, lo que les permite estar un paso adelante y contribuye a niveles más bajos de movilidad social para los estudiantes más desfavorecidos en general.

En un estudio reciente, publicado por el Instituto Mundial de Investigaciones sobre Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER) y la Revista Económica del Banco Mundial [World Bank Economic Review], investigamos esto más a fondo. Específicamente, analizamos hasta qué punto los niños de diferentes tipos de familias clasifican entre escuelas en África Oriental (Kenia, Tanzania y Uganda).

Centrándonos en los resultados reales de aprendizaje de un millón de niños, medidos por las encuestas de Uwezo, desarrollamos un nuevo método para distinguir entre las contribuciones de los hogares, las escuelas y sus interacciones, que se describe como “clasificación”. Medimos la escala de la contribución de cada componente a las desigualdades generales en los resultados del aprendizaje, y observamos que es probable que los resultados desiguales persistan con el tiempo y aparezcan en otros indicadores más adelante en la vida, como los ingresos de los adultos.

Como muestra la Figura 1, nuestro principal hallazgo es que la clasificación sí se suma a otras desigualdades educativas. En general, los niños de hogares menos favorecidos tienden a asistir a escuelas de peor calidad. Este componente representa alrededor del 16% de las desigualdades en las oportunidades educativas dentro de las comunidades, lo que es casi tan grande como la contribución de las diferencias en la calidad de la escuela (19%).

Figura 1: Desglose de la contribución a la desigualdad general de oportunidades  

Desafíos políticos

La principal implicación de este resultado es para los responsables de la formulación de políticas preocupados por los resultados educativos, pero también tiene implicaciones importantes para cualquiera que trabaje para mejorar la movilidad social y reducir la desigualdad en la sociedad en general.

En África Oriental, el fenómeno de la clasificación educativa, donde los niños de familias más pobres asisten sistemáticamente a escuelas de menor calidad, representa una doble desventaja en el aprendizaje. Sugiere que, además de mejorar la calidad de la educación en general, también es fundamental lograr que la calidad de la educación sea más equitativa; idealmente, igualando el acceso a una educación de alta (mejor) calidad para todos los niños.

¿Cómo se puede hacer esto? Si bien no existe una fórmula mágica, una prioridad debe ser mejorar la calidad de la educación específicamente en las comunidades más desfavorecidas y con servicios deficientes. Para hacerlo, un conjunto de evidencia sugiere que un enfoque estricto en los fundamentos del aprendizaje (lectura, escritura y matemáticas), enseñados al nivel específico de la capacidad del niño (no solo su edad o grado) es fundamental.

Además, los responsables de la toma de decisiones deberían considerar la posibilidad de canalizar recursos adicionales a estas escuelas. Las posibilidades incluyen la provisión de incentivos para que los maestros residan en lugares más pobres, la contratación de asistentes de enseñanza adicionales de la comunidad local, la provisión de programas intensivos de recuperación (apoyo) y programas de becas externas.

El punto es que, aunque no podemos eliminar razonablemente todas las diferencias en la calidad de la escuela, podemos centrarnos en garantizar que los niños de hogares desfavorecidos reciban un mejor apoyo. Esto es aún más vital porque las desigualdades en los resultados educativos tienden a durar mucho tiempo, persistiendo a lo largo de generaciones.

Nuestras propias simulaciones muestran que, para el distrito promedio en África Oriental, la desigualdad educativa se reduciría en alrededor de un 15% si la clasificación entre hogares y escuelas se eliminara por completo y hasta en un 30% si la clasificación entre comunidades también se redujera a cero. En términos generales, esto equivaldría a reducir a más de la mitad la magnitud de la persistencia intergeneracional de resultados educativos desiguales.

Si los responsables de la toma de decisiones no actúan con decisión para reducir las brechas de aprendizaje dentro del país, las desigualdades entre los estudiantes favorecidos y desfavorecidos se afianzarán aún más, lo que dificultará la movilidad social. Abordar estas desigualdades es vital para evitar que los niños de las comunidades más pobres se queden más rezagados.

 

Sam Jones
Research Fellow, UNU-WIDER