Derechos básicos e igualdad

Mujer, paz y desarrollo: lecciones de la posguerra en Liberia

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Selina Gallo-Cruz

Se reconoce cada vez más que la reconstrucción nacional efectiva tras el fin de guerras civiles requiere la inclusión de mujeres a todos los niveles. Esta columna informa sobre los desafíos de la posguerra en Liberia, donde las mujeres desempeñaron un papel clave en el proceso de paz y la elección de la primera mujer presidenta en África. La autora explica por qué resulta fundamental la visibilidad política de las mujeres, reclamando el fin de la violencia doméstica y sexual y, un impulso mundial por la inclusión y representación política. También destaca la importancia de integrar la incorporación de la perspectiva de género  en la política y en los esfuerzos de construcción de la paz y reconciliación, con una conciencia clara de cómo la organización de la economía afectará a la estabilidad general y al bienestar de la nación.

En agosto de 2020, miles de liberianos tomaron las calles para protestar por el agravamiento del problema de las violaciones en el país. Tres días después de estas manifestaciones, organizadas frente al Ministerio de Asuntos Exteriores donde se sitúa la oficina del Presidente, la policía empleó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes. Pero la resistencia no admitiría la derrota: dos semanas más tarde, el Presidente Weah declaró la emergencia nacional por violencia sexual.

Para las mujeres que habían estado en primera línea abogando por el fin de la larga y brutal guerra civil liberiana – trabajando, al principio en condiciones de olvido e indiferencia, por la paz que finalmente se logró en el 2003 – y, a continuación, movilizando una campaña con una histórica inscripción de votantes que condujo a la elección de la primera mujer presidenta en África, el cambio en la visibilidad de su sufrimiento resulta familiar.

Junto a dicha presidenta, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz una de las mujeres liberianas pacificadoras. Ella y sus compañeras organizadoras fueron distinguidas con un ascenso al estatus de ‘guardianas de la paz’ y su reconocimiento inspiró una importante afluencia de ayuda humanitaria para apoyar los esfuerzos masivos de reconciliación después de la guerra.

Pero debido a los desafíos que originan las persistentes desigualdades de género, la pobreza generalizada y el resurgimiento de la violencia en Liberia, se deben considerar con mayor urgencia maneras de apoyar los objetivos de las mujeres en el movimiento por la paz y una perspectiva ampliada de las fuentes de conflicto que enfrentan los liberianos.

Cada vez se reconoce más que, en las sociedades de posguerra, los procesos de paz eficaces y duraderos y los esfuerzos de reconstrucción incluyen mujeres a todos los niveles. La ‘incorporación de la perspectiva de género’ ha sido adoptada en todas las iniciativas humanitarias y de desarrollo y existe una mayor conciencia de la importancia de integrar la consolidación de la paz y el desarrollo.

Si bien los desafíos que enfrenta Liberia en la actualidad no tienen precedentes en la historia, son también comparables a los de otras naciones en situación de posguerra que dependen de las industrias extractivas para impulsar sus economías. Las investigaciones sobre seguridad y movilidad de las mujeres en sociedades de posguerra sugieren que su activismo para la consolidación de la paz puede apoyarse mejor en un triple enfoque.

Primero, aunque las mujeres pueden tener éxito utilizando estratégicamente su ‘invisibilidad social’ para trabajar entre bastidores y pasar desapercibidas en tiempos de guerra, su visibilidad política es necesaria para movilizarse en tiempos estables. De este modo, el liderazgo visible debe tener prioridad en las políticas y el ámbito político a todos los niveles.

En Liberia, las mujeres obtuvieron puestos gubernamentales después de la guerra civil. Pero su presencia en el poder legislativo se sitúa en la actualidad únicamente alrededor del 13%. En las elecciones de 2017 para la Cámara de Representantes, sólo nueve de las 146 mujeres que se postularon obtuvieron un escaño. En las elecciones al Senado de 2020, se presentaron 20 mujeres con sólo una declarada como vencedora, mientras que las candidatas femeninas acusaron a los contendientes masculinos de fraude y violencia para excluir a las mujeres.

Los expertos y defensores de la sociedad civil coinciden en que se debe establecer legalmente una cuota de género para superar estas disparidades. Una coalición de grupos de la sociedad civil liberiana respaldada por organizaciones internacionales ha impulsado una enmienda que obligaría a todos los partidos políticos a presentar no menos del 30% de cualquiera de los dos sexos entre sus candidatos. Lograr esto debería constituirse como una de las máximas prioridades de los decisores políticos y sus aliados internacionales en el apoyo a la reforma electoral y al proceso democrático en Liberia (como en todos los países en situación de posguerra).

Muchas mujeres liberianas han demostrado una extraordinaria determinación para abordar los problemas sociales. Una cuota de este tipo ayudaría a paliar el sexismo y otras barreras que a menudo las mantienen fuera de los cargos y les situaría en puestos de poder desde los que llevar a cabo cambios culturales y legales relacionados con los numerosos desafíos que enfrenta el país –desde la violencia sexual hasta la corrupción oficial.

Segundo, la eficacia del trabajo por la paz se verá en última instancia limitada si no se enfrentan las fuentes directas e indirectas de sufrimiento, conflicto y violencia. Esto significa abordar las lagunas existentes entre las tareas de recuperación ante los traumas y el acceso al empleo sostenible, entre la capacitación contra la violencia y el trabajo de empoderamiento de las mujeres.

La comunidad internacional entendió hace mucho tiempo este principio en teoría. La práctica sobre el terreno en Liberia ha enfrentado muchos desafíos, especialmente la arraigada cultura de la corrupción política que algunos líderes temen conducirá al colapso del mercado en una economía que ya de por sí se encuentra ante dificultades.

La revitalización de las tradicionales ‘Chozas de la Paz Palava’ se ha constituido como una estrategia fundamental para proporcionar centros de reconciliación, justicia y empoderamiento de las mujeres a las comunidades locales. Este proyecto, gestionado por activistas por la paz locales con el apoyo de organizaciones humanitarias, ha facilitado una variedad de recursos muy necesarios, incluyendo soporte financiero, acceso a teléfonos móviles y redes de comunicación y,  capacitación y promoción para mujeres, así como formación y foros para la resolución de conflictos.

Las organizaciones de ayuda y otras aliadas deberían abordar la consolidación de la paz como una responsabilidad que requiere satisfacer las necesidades más básicas de la población de las comunidades en situación de posguerra. Si bien estos servicios pueden ser especializados, deberían integrarse para lograr un mayor impacto.

A nivel nacional, las mujeres trabajadoras reciben menos protección y apoyo que sus homólogos masculinos – La Ley del Trabajo Decente apoya la sindicalización en el sector privado, compuesto de manera predominante por hombres. Donde se encuentra más extendida la presencia de mujeres trabajadoras, en el sector civil, la Orden Permanente de la Función Pública se interpreta en la actualidad no otorgando el derecho a sindicarse. Muchas mujeres trabajan en el sector informal, donde las desigualdades son aún mayores. También se debe priorizar la mejora de dichas desigualdades en la visibilidad y el poder.

Finalmente, la localización de los orígenes de la violencia debería realizarse a escala mundial. La organización Global Witness desempeñó un papel fundamental en favor de la paz en los últimos años de la guerra con su lucha contra las ventas mundiales de madera que el entonces Presidente Taylor estaba utilizando para financiar las importaciones de armas.

Hoy en día, la relación entre la inversión extranjera directa, las exportaciones y el sufrimiento resulta más difícil de discernir para muchos en la comunidad de ayuda humanitaria. Y el vínculo entre las medidas de transparencia de la industria y las mejoras en la gobernanza aún no es sólido ni fiable en Liberia. Pero la evidencia de que las industrias extractivas desempeñan un papel importante y considerablemente perjudicial en la economía política de posguerra del país es creciente.

En la actualidad, más del 50% del territorio de Liberia se utiliza para uso comercial y agrícola y casi toda esta tierra (el 40% del terreno del país) se encuentra bajo contrato con empresas extranjeras. La violencia ha seguido estallando no sólo en los hogares y ante las urnas en Liberia, sino también en torno a las zonas industriales donde los empleos para los nativos liberianos son escasos y las promesas de las empresas a las comunidades quedaron insatisfechas.

Los funcionarios gubernamentales se han beneficiado históricamente de acuerdos corruptos con estas industrias, mientras que los más directamente afectados por sus actividades han resultado perjudicados. En un mundo con unos instrumentos jurídicos tan amplios para presionar a los Estados para reafirmar los derechos económicos y sociales de los ciudadanos, el apoyo a la paz y seguridad de las mujeres debe adoptar una perspectiva más amplia de la multitud de desigualdades que se enfrentan en un país. 

Los estudios sobre la consolidación de la paz y las economías extractivas nos instan a preguntarnos cómo podemos apoyar a los liberianos y a todas las personas en situaciones de posguerra en la reconstrucción de su derecho a la paz y a la libre determinación sin explotación. Todas las partes en puestos de poder en los sectores público y privado deben compartir la responsabilidad.

A medida que las mujeres adoptan una postura firme para poner fin a la violencia doméstica y sexual e impulsan la inclusión y representación política, debemos hacer balance de todos los desafíos que se interponen en la consecución de estos derechos y llevar a cabo la ardua labor de desentrañar sus interconexiones con otras fuerzas de la inseguridad y corrupción.

 

Selina Gallo-Cruz
Associate Professor, College of the Holy Cross