Derechos básicos e igualdad

Refugiados rohingyas en Bangladesh: una población atrapada en busca de seguridad alimentaria

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Yasmin Khan

Más de un millón de refugiados rohingyas está viviendo en Bangladesh. Algunos están allí desde 1978, cuando ocurrió el primer flujo migratorio importante; muchos más han huido recientemente de la violencia y la persecución en Myanmar. En este artículo se describen las terribles circunstancias en que se encuentra atrapada esta población, que ya no tiene acceso al pescado, esencial para su dieta tradicional y que muchas veces depende de la ayuda alimentaria internacional, la cual suele ser inadecuada. El autor resalta la vulnerabilidad de las niñas y mujeres rohingyas.

En mayo de 2017, hice una pregunta sencilla a la gente que vive en los campamentos de refugiados rohingyas en Bangladesh: ¿Cuál es el alimento que más extraña?

Siempre me dieron la misma respuesta: pescado. Pescado frito, pescado seco, curry de pescado, guiso de pescado, pescado pequeño, pescado grande. Todos echan de menos el pescado, sin importar si habían estado en los campamentos por cuatro días o por cuatro décadas.

‘Somos pescadores; si podemos, comemos pescado todos los días’, dice un anciano delgado pero resistente, sentado frente a su cabaña de postes de bambú con una lona de plástico azul que tiene las letras ‘ACNUR’ [Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados]. ‘Somos verdaderos pescadores.’ Alrededor de él, había dos docenas de hombres jóvenes y muchachos flacos que acababan de llegar tras huir de la violencia y la persecución en el estado vecino de Rakhine, Myanmar. 

Nueve meses más tarde, en febrero de 2018, volví a hacer la misma pregunta a los rohingyas del mega campamento de Balukhali, recién llegados y quienes estaban construyendo sus cabañas de bambú y plástico. Recibí la misma respuesta: queremos pescado.

Las mujeres me contaron que extrañaban criar peces pequeños en estanques. Los hombres dijeron que extrañaban pescar en el mar en sus barcos de madera. Los niños dijeron que extrañaban el pescado – además de todos los demás alimentos.

Los alimentos escaseaban en mayo de 2017 cuando 500.000 rohingyas apátridas vivían en Bangladesh y recibían poca atención de las ONG y la comunidad internacional. Dependían entonces, para recibir alimentos y trabajo ocasional como jornaleros, de la empobrecida comunidad anfitriona. El pescado y otros tipos de ayuda alimentaria nutritiva escasean más ahora que 700.000 rohingyas —sobre todo mujeres y niñas— han huido de la violencia espantosa, patrocinada por el estado, incluyendo violaciones sistemáticas, en el vecino Myanmar. Desde finales de agosto de 2017 están huyendo a Bangladesh por tierra, mar y río.

A pesar de que a menudo se describe Bangladesh como ‘el país del arroz y el pescado’, no lo es para los refugiados rohingyas que dependen de la ayuda alimentaria, la cual consiste en arroz y lenteja. Para los pobres en el mundo el pescado es la fuente de proteína animal y micronutrientes más común y es una parte importante de la dieta regional. De acuerdo con la ONG internacional WorldFish Bangladesh, los bangladesíes consumen casi 20 kilos de pescado por persona al año, independientemente de su situación económica,

En Myanmar, su patria, las familias rohingyas tienen una dieta basada en el pescado. Pero éste es un producto de lujo para los refugiados en la costa de Cox’s Bazar. Peor aún, ni siquiera quienes viven en los campamentos hace mucho tiempo -a veces desde el primer flujo migratorio importante desde Myanmar, en 1978-, no tienen permiso legal para trabajar en Bangladesh,  tener tierras ni tampoco para viajar libremente fuera de los campamentos. En las investigaciones sobre la migración, son lo que se llama población ‘atrapada’ o ‘inmóvil’.  Como consecuencia, dependen de la ayuda alimentaria que en este momento no incluye pescado.

No es nueva la petición de pescado de los rohingyas. En 2002, Médicos Sin Fronteras realizó encuestas en dos campamentos y la principal inquietud señalada era la inseguridad alimentaria y el pedido repetido de pescado. Las encuestas publicadas en noviembre de 2017 por Internews, mostraron que la mayoría de los entrevistados rohingyas nuevamente señalaron la seguridad alimentaria como su principal preocupación en los campamentos (Internews, 2017). Al transcurrir los años se han perdido miles de vidas rohingyas por inanición y desnutrición, con un impacto desproporcionado en mujeres y niños. Y esto ocurre, sobre todo, cuando los gobiernos de Bangladesh o Myanmar retienen o bloquean la ayuda alimentaria. 

Sólo unos 34.000 refugiados rohingyas ‘oficiales’ que llegaron antes de 1992 han recibido cupones regulares para ayuda alimentaria y protección de ACNUR. Los cientos de miles de refugiados que han llegado en años recientes no han tenido un acceso regular a la ayuda alimentaria. De los que sí reciben raciones de comida regularmente, casi la mitad las vende o las intercambia para diversificar sus dietas, comprar artículos diferentes a alimentos o pagar deudas.

¿Qué pasará con los más de un millón de rohingyas que viven en Bangladesh hoy? ¿Recibirán una ayuda alimentaria consistente y adecuada? ¿Se les permitirá trabajar legalmente y se les darán derechos de movilidad en Bangladesh? o ¿Se les permitirá producir sus propios alimentos? ¿Serán reasentados en países del Norte? ¿O se los enviará de vuelta involuntariamente a Myanmar? La falta de movilidad significa que está aumentando la vulnerabilidad de quienes viven en los campamentos, sobre todo las mujeres y los niños.

Los refugiados que no reciben suficientes raciones de alimentos -o que no reciben raciones de alimentos- tenían que buscar empleo ilegal como jornaleros. Pero ahora, sobre todo los hombres, pueden trabajar para ONGs a cambio de un salario modesto. Las mujeres tienen pocas opciones de subsistencia. Las mujeres y las niñas que salen de los campamentos buscando leña para cocinar o vender, corren el riesgo de ser asaltadas o violadas; además, tienen que ir cada vez más lejos para encontrar leña en unos montes cada vez más deforestados. Algunos padres rohingyas envían a sus hijas, incluso desde los 8 años, a ciudades lejanas para trabajar como trabajadoras domésticas. En vista de que necesitan dinero para comprar comida y diversificar sus dietas, adoptan estas conductas de riesgo (Adnan 2014).

La seguridad alimentaria no es simplemente cuestión de calorías; se refiere a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados. Para los rohingyas, esto significa acceso regular a pescado y verduras. Sin embargo, en este momento los habitantes de los campamentos no tienen acceso a pescado, no pueden criar peces ni salir de los campamentos para pescar en la costa. Algunos rohingyas compran pescado a los bangladesíes y lo venden en los campamentos, pero los precios son más elevados que en los mercados fuera de los campamentos y no son asequibles para mujeres ni huérfanos que no cuentan con efectivo. 

En los campamentos que yo visité en 2017, la distribución de arroz era desigual y esporádica. Muchas mujeres dijeron que no recibían raciones porque no eran parte del grupo que recién había llegado. Esto crea jerarquías. Al interior de los campamentos encontramos a los refugiados registrados que tienen raciones completas, los que reciben raciones de arroz esporádicas y los que no reciben nada. En la actualidad, se distribuyen grandes cantidades de arroz, lentejas y aceite, pero hay escasez evidente de pescado, verduras y carne.

Mi investigación se centra en la vulnerabilidad de las mujeres y niñas rohingyas en situaciones de migración forzada. Sobre todo estudio su acceso a alimentos y ayuda alimentaria, y lo que esto nos muestra acerca de la humanidad de la ayuda ‘humanitaria’, en especial para refugiados que están en esa situación desde hace mucho tiempo. 

Sobre todo, analizo el acceso a pescado y la cría de peces. En la actualidad, ONGs como WorldFish, están trabajando con las mujeres en extrema pobreza en Bangladesh. ¿Sus buenas prácticas podrían ser ampliadas hacia las mujeres refugiadas rohingyas? Los hogares rohingyas, con una mujer como jefe de hogar, ¿podrían administrar pequeños proyectos de acuacultura o de secado de pescado para alimentar a sus familias? Un proyecto de secado de pescado en una comunidad anfitriona local ¿puede beneficiar tanto a las mujeres bangladesíes como a las mujeres rohingyas?

Para los rohingyas con quienes hablé y para mí, está claro qué, con las actuales políticas alimentarias del gobierno de Bangladesh y las agencias de las Naciones Unidas, quienes más necesitan los alimentos adecuados, no los están recibiendo. Para comprender la dinámica de la ayuda humanitaria, al igual que las relaciones entre refugiados y comunidades anfitrionas, los países de origen, los países donantes y los refugiados mismos, es importante saber por qué ciertas políticas relacionadas con alimentos, medios de vida y movilidad, son permitidas o no.

 

Yasmin Khan
Ph.D. student in Human Geography and Women and Gender Studies, University of Toronto.