A medida que el mundo se reconstruye tras la pandemia, la igualdad de género y el papel de las mujeres en la economía han ocupado un lugar destacado en la agenda de los responsables políticos, las empresas y la sociedad civil. Esta columna describe el fuerte impacto positivo de las iniciativas para expandir las redes de empresas lideradas por mujeres y apoyar a los colectivos de trabajadoras informales. Mejorar la posición y la visibilidad de las mujeres en la economía incrementará su resiliencia – y puede constituir un pequeño avance para cambiar la comprensión de la próxima generación de las normas que dictan los roles de las mujeres.
Desde que comenzaron las medidas de contención frente al Covid-19 en marzo de 2020, se ha producido una clara necesidad de construir sociedades más resilientes e inclusivas. La pandemia nos ha recordado cómo las desigualdades pueden agravarse en una crisis, dejando a las mujeres y niñas con una carga desproporcionada de consecuencias sociales y económicas adversas.
Pero esto también puede constituir un momento catalizador, como evidencian los llamamientos a reconstruir las economías con la igualdad de género en el centro. Los compromisos contraídos por el Foro Generación Igualdad prueban este potencial. El liderazgo y la acción colectiva de las mujeres están generando cambios en todo el mundo – ya sea mediante iniciativas para promover la educación de las niñas, mejorar el acceso a la salud materna e infantil o, llamar la atención mundial sobre el acoso sexual y la violencia generalizados.
El poder creativo de las mujeres se percibe igualmente en el mundo del trabajo, a pesar de su desproporcionada responsabilidad en el ámbito del trabajo no remunerado y de los cuidados, su desigual capacidad para obtener ingresos, su escasa representación entre los empresarios y líderes y, su sobrerrepresentación en empleos precarios de baja calidad.
Para lograr el tipo de cambio que reconfigura nuestras economías hacia la inclusión y la resiliencia, se requiere la acción de las empresas, así como de las instituciones públicas y la sociedad civil. La investigación sobre el trabajo de las mujeres en las cadenas mundiales de producción y suministro puede arrojar luz sobre las vías para fomentar su liderazgo en la generación de resiliencia e inclusión.
Expandir las redes de empresas dirigidas por mujeres
Sólo en el sudeste asiático, las mujeres poseen hasta nueve millones de empresas. ¿Cómo se pueden impulsar estas empresas para transformar las economías en las que operan?
La primera lección es apoyar a las mujeres emprendedoras para mejorar sus redes y su acceso a una gama de servicios empresariales básicos, incluyendo el conocimiento y la investigación de mercado, las prácticas y habilidades de gestión y, las finanzas, que son en la actualidad muy limitados para sus pequeñas y medianas empresas (PYMEs).
La evidencia demuestra que una combinación de redes sociales virtuales y capacidades de comercialización mejoraron la resiliencia de las empresas rurales lideradas por mujeres en Irán; mientras que en Bangladesh, se demostró que la formación empresarial tiene un impacto positivo en el crecimiento (aunque esto por sí solo no es siempre el caso – otras investigaciones han revelado que el apoyo financiero tiene un mayor impacto en las mujeres, o una combinación de ambas).
Basándose en las pruebas, el Instituto Mekong ejecutó un programa de capacitación sobre la promoción del espíritu emprendedor de las mujeres en el negocio de la exportación. La formación incluía paquetes de ayuda para el acceso a proveedores de servicios de desarrollo empresarial, oportunidades de formación entre pares y de establecimiento de redes y, de preparación específica. Las empresarias participantes reportaron al final un mejor conocimiento de su entorno profesional y servicios de apoyo disponibles para ellas, más eficacia en sus actividades y un crecimiento significativo de sus ventas de exportación.
Asimismo, participaron seis proveedores de servicios de desarrollo empresarial para aprender cómo apoyar mejor a las mujeres empresarias, reforzando la respuesta a las cuestiones de género de todo el sistema. Juntos, han incrementado las opciones –o el conocimiento de las opciones– para que las mujeres empresarias obtengan ayuda a la hora de hacer crecer sus negocios.
Otro proyecto dirigido por la Oficina de Facilitación del Comercio de Canadá, basado en las mismas pruebas que el de las empresas dirigidas por mujeres, logró resultados similares. Para colmar las lagunas de información e incrementar la capacidad de creación de redes, un programa de capacitación y orientación llevó a decenas de PYMEs de países del sudeste asiático a Canadá en 2019. Durante el viaje, las mujeres empresarias aprovecharon plenamente la capacitación, la información sobre el mercado canadiense y la exposición a los compradores de Canadá.
Como resultado, algunas de las participantes declararon un aumento de ventas inmediato, y otras presentaron mejores habilidades de comunicación y confianza en que las ventas se materializarían durante el año siguiente. Esto refuerza de nuevo los resultados de la investigación sobre el poder del conocimiento y las redes para las mujeres empresarias si reciben apoyo y tienen acceso a mercados más grandes y diversos que tan a menudo se encuentran fuera del alcance de las PYMEs.
Las pruebas apuntan firmemente a la capacitación y el apoyo a las mujeres empresarias como formas escalables para que empresas y decisores políticos garanticen que los negocios liderados por mujeres estén mejor representados en las cadenas de producción.
Colectivos de apoyo a trabajadoras informales
Más allá de las empresarias, las trabajadoras a domicilio informales también desempeñan un papel fundamental en la producción global, aunque uno que permanece oculto en la cadena. Realizan tareas tales como el corte y costura de prendas de vestir, el ensamblaje básico de bienes y, el bordado. Se trata de trabajadoras que producen bienes desde el hogar, obteniendo una tarifa baja por pieza por su trabajo sin un contrato por escrito o acceso a la seguridad social.
HomeNet Sur de Asia y Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (MEIGO) estiman que existen al menos 41 millones de trabajadoras informales a domicilio fuera del sector agrícola, sólo en Bangladesh, India, Nepal y Pakistán.
Las trabajadoras informales necesitan una mejor representación colectiva en las cadenas de producción globales para mejorar las condiciones de trabajo. Existen numerosas pruebas de que, al igual que en el sector formal, la organización de los trabajadores ha llevado a mejoras para los que desempeñan su labor profesional a domicilio. Los modelos de negocio innovadores y la colectivización pueden representar un valor añadido a sus contribuciones y mejorar su poder de negociación.
En un estudio sobre las mujeres en colectivos comprometidos con los mercados de Comercio Justo, los miembros reportaron mayores ingresos, mejor acceso a los mercados, oportunidades para adquirir nuevas habilidades, capacidad para diversificar productos y obtener más y mejores materiales y, mayor acceso a la financiación a través de planes de ahorro. En las cadenas de suministro mundiales, los colectivos y las redes han permitido a los trabajadores a domicilio conectarse con agencias internacionales y de desarrollo para promover su reconocimiento ante las empresas privadas multinacionales y los gobiernos.
Las investigaciones realizadas por HomeNet Sur de Asia en India y Nepal han concluido que las empresas sociales en particular desempeñan un papel transformador como vínculo entre los colectivos de mujeres productoras y el resto de su cadena de producción. Las empresas sociales utilizan enfoques innovadores para abordar las preocupaciones en torno a las condiciones de trabajo, incluida la adhesión a los programas de certificación de Comercio Justo y estableciendo centros de trabajo de base comunitaria donde las mujeres pueden trabajar fuera de sus hogares.
Esto permite a las empresas sociales aplicar códigos de conducta y proporciona a las mujeres un espacio para trabajar con otras. También crean modelos en los que los instructores o líderes de grupo están disponibles para trabajadores en su comunidad o para obtener apoyo en los centros de trabajo, permitiendo a las empresas sociales tener un mejor control de calidad y desarrollar la capacidad de los trabajadores.
Unirse a un colectivo de mujeres que trabajan desde su domicilio puede ser también sumamente empoderador. Muchas mujeres indican en el informe del estudio de HomeNet que trabajar en un colectivo incrementa su sentido de identidad como trabajadoras. Obtienen más poder de negociación a través de la representación grupal, lo que conduce a una mayor confianza y, reportan ingresos más consistentes durante todo el año que las trabajadoras no organizadas.
Durante los confinamientos iniciales en 2020, los colectivos se movilizaron rápidamente para responder a las necesidades de sus miembros con alimentos y asistencia en efectivo. Muchos comenzaron a producir mascarillas y otros equipos que escaseaban, reforzando la resiliencia de sus miembros.
Mejorar la visibilidad de las mujeres en la economía
A medida que nos recuperamos de la pandemia, necesitamos repensar cómo están vinculadas a las personas las actividades económicas que éstas realizan. Las trabajadoras y sus comunidades necesitan poder resistir en tiempos de crisis, y esto se puede lograr a través del trabajo decente y sistemas de apoyo más sensibles.
El hecho de visibilizar las contribuciones realizadas por las mujeres o de que éstas sean la imagen del liderazgo empresarial puede constituir un pequeño impulso para cambiar la comprensión de la próxima generación sobre las normas que dictan el papel de las mujeres.
Las lecciones derivadas de esta investigación – y de la historia de los movimientos de las mujeres – pueden escalarse y dar forma a una nueva gobernanza, comunicación y sistemas de apoyo en los mercados de trabajo que no sólo se reconstruirán de forma más sólida tras la pandemia sino que también nos vuelven a poner en el camino hacia la consecución de la igualdad de género.