Ciencia, finanzas e innovación

Hacer frente a la volatilidad de los precios de productos básicos: una idea para países exportadores

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by

Jeffrey Frankel

Los tipos de cambio flexibles ayudan a los países en desarrollo a hacer frente a los precios volátiles de los productos básicos que típicamente son sus principales productos de exportación; pero al faltar una vinculación de la moneda, la economía carece de un ancla para la política monetaria. En este artículo se propone un régimen cambiario alternativo: una ‘canasta de moneda más producto básico’, en que la moneda se vincula con una canasta que no sólo tiene las monedas de los principales socios comerciales sino también los principales productos básicos de exportación. El objetivo es combinar lo mejor de los tipos de cambio tanto flexible como fijo.

Desde el comienzo de este siglo, los países especializados en productos petroleros, mineros y agrícolas han sufrido por la volatilidad en los precios mundiales de sus productos. Las enormes alzas de los periodos 2004 a 2008 y 2010 a 2012, se han alternado con las considerables bajas de 2008 y 2009, y las de 2014 a 2016. La inestabilidad de los precios de exportación es una de las causas subyacentes de la Maldición de los Recursos Naturales. Frankel (2012), estudia esta “maldición” y algunas posibles respuestas a la misma.

Un economista podría estar tentado a hacer la siguiente pregunta: ¿Dónde se encuentra la falla de mercado? ¿Dónde está la necesidad de una política de gobierno? Parece que en la práctica los mercados financieros no logran cumplir el papel regulador intertemporal que la teoría requiere de ellos. En todo caso, los flujos de capital a los países en desarrollo exportadores de productos básicos tienden a ser pro-cíclicos más que contra-cíclicos. Quizás porque los acreedores quieren garantías y las piden con las divisas ganadas de las exportaciones de productos básicos. Otra respuesta es que el “laissez-faire” no es una opción cuando se trata de la política monetaria; creer en los sistemas de libre mercado no es suficiente para decir a las autoridades que adopten un tipo de cambio fijo o variable.

De acuerdo con la sabiduría convencional, mientras no haya modificaciones en otros factores, la volatilidad del comercio hace que el régimen de cambio flexible sea más adecuado que el fijo. En el primero, el tipo de cambio puede adaptarse más fácilmente a los shocks propios de los vaivenes del comercio.

El tipo de cambio fijo favorece una política monetaria pro-cíclica: los auges de los productos básicos se asocian con entradas de dinero, expansión rápida del crédito, sobrecalentamiento de la economía real, inflación en los bienes y servicios no comercializados y burbujas en los bienes inmuebles y otros activos. A la inversa, las contracciones de los productos básicos se asocian con déficits en la balanza de pagos, pérdida de reservas, escasez de crédito, recesiones y crisis monetarias o financieras. Con tipos de cambio flexible es posible adaptarse a shocks comerciales y, por ende, adoptar una política monetaria contra-cíclica. En regímenes de libre flotación, al aumentar el precio mundial de los productos básicos de exportación, con una posible amenaza de sobrecalentamiento, automáticamente se aprecia la moneda y se mitiga el problema. Al bajar el precio mundial del producto básico de exportación, con una amenaza de dificultades en la balanza de pagos y recesión, automáticamente se deprecia la moneda y ello atenúa estos problemas.

Los estudios empíricos respaldan la afirmación, frecuente en los libros de texto, de que a los exportadores de productos básicos con precios volátiles les va mejor con un tipo de cambio flotante que con uno fijo. Así lo afirman Broda (2004), Edwards y Levy-Yeyati (2005), Rafiq (2011) y Céspedes y Velasco (2012). Céspedes y Velasco, por ejemplo, examinan 107 ciclos de auge-contracción de productos básicos en países grandes y concluyen que, en el caso de la caída de precios, es más pequeña la pérdida de producción cuando el tipo de cambio es más flexible.

            Pero un tipo de cambio fijo también tiene ventajas. Brinda transparencia y previsibilidad día a día; sirve como ancla de credibilidad a las promesas de estabilidad de precios del banco central. Esa credibilidad es especialmente necesaria en los países en desarrollo. Si el tipo de cambio no es el ancla de la política monetaria, entonces ¿cuál es?

Consideremos un régimen cambiario alternativo (Frankel, 2008), que yo llamo Canasta de Moneda más Producto Básico (CCB, Currency-plus-Commodity Basket). Es especialmente relevante para países como Kuwait, que centran su política monetaria en una canasta con las principales divisas, incluidos el dólar y el euro. La propuesta agrega el producto básico de exportación a la canasta de monedas. Si el dinar kuwaití se vinculara a una canasta en que se da un tercio del peso al dólar, un tercio al euro y un tercio al petróleo, el valor de la moneda subiría y bajaría automáticamente al cambiar el valor del barril de petróleo. Entre los países del Golfo, las oscilaciones en el balance externo y el interno en los años 2001–16, pueden ser atribuidas al hecho de que su tipo de cambio no logró ajustarse a los altibajos de los precios del petróleo de manera automática. Lo contrario hubiera ocurrido con la propuesta CCB (Frankel, 2018). El argumento en favor de este régimen para un país exportador de productos básicos es que, es una combinación de lo mejor de los regímenes cambiarios, el flotante y el fijo: ajuste automático en caso de shocks comerciales y estabilidad transparente. 

 

Jeffrey Frankel
Harvard University and GlobalDev Advisory Board Member